CRÓNICA
DE NOEL A OLGA: CRÓNICA DE TORMENTAS ANUNCIADAS Y NO
ANUNCIADAS
30 de diciembre de 2007
A las nueve de la mañana del domingo todo
el mundo actuaba como si nada. Al encender el televisor a media
tarde, todos los programas televisivos locales y nacionales
emitieron sus teleaudiciones normalmente mientras llovía de
forma sobrenatural y desbordante en todo el país en especial en
las zonas este, suroeste y noroeste.
Lo único que decían los periódicos en su
mapa miniaturizado del tiempo era que en todo el territorio
nacional habría aguaceros hasta el miércoles de esa primera
semana de noviembre.
Nadie sabía nada. El ladrón estaba al
asecho y avisando y como dicen las escrituras llegó en la noche
y devastó con su paso. De forma abrumadora sólo se dijo que
habría lluvias no que la tormenta se dirigía hacia el país. El
jueves de esa semana todo el pánico se esparció en el país al
escuchar que el río Yuna se desbordaba, que Bonao era
despiadadamente embestida, que las aguas eran tan feroces que
los techos de las casas no se veían; que los puentes se rompían
y que miles de comunidades quedaban incomunicadas. Todo el mundo
creyó que Haití estaba lejos de nosotros y que éramos inmutables
a su mal. Qué bien… fue como un hágase el cielo y la tierra pero
de manera inversa: venga la fuerza de la naturaleza y hágase el
desastre.
El sábado ya lo periódicos declaraban el
número de víctimas unos decían más otros menos. Todo el mundo
quería saber, ver las primeras planas repletas de fotos con alto
sentido de dolor y desastre, tema preferido de muchos
fotoperiodistas; todos los políticos querían ser supermanes y la
Red de Comunicadores con Leonel comenzaba a bombardear
información vía e-mail. Todos querían ser protagonistas.
En una semana todas las provincias no
afectadas del país iniciaron telemaratones donde se recaudó una
cuantiosa suma monetaria para ayudar a Villa Altagracia, Duarte
(Bajo Yuna, La Reforma, Arenoso), Bonao, el Distrito Nacional,
Barahona, San José de Ocoa, y casi todas las provincias del sur
y suroeste del país.
Noel fue el Titanic Dominicano, sufrimos
las consecuencias por desdeñar el riesgo de la tormenta que se
avecinaba y por poco nos hundimos y colapsamos por que el
capitán del barco sabía pero por cobardía y temor a fracasar no
alertó a los tripulantes.
El presidente inició un recorrido por las
zonas afectadas, hizo promesas, trató la situación en el momento
y con la solidaridad de muchos sectores pudo desempeñarse en
esos días queriendo poner el candado después del robo y con un
discurso esperanzador salir airoso.
Al mismo tiempo, su oposición tomó el
escenario de pérdidas y dolor para hacer campaña y para promover
una solidaridad con la que pretendían ganar puntos y votos.
El general Luna Paulino director del Comité
Nacional de Emergencia (COE) enunciaba sus boletines en los que
cada día aumentaba el número de muertos y desaparecidos que de
treinta ascendía en la tercera semana de noviembre a miles.
Después un brote de malaria y
leptospirosis tendía un manto negro sobre los damnificados. Los
médicos estaban agobiados por tantos casos. Los agricultores y
ganaderos desalentados calculaban las pérdidas en sus
plantaciones, ganados e inversiones.
Los directores del INDRHI y de Obras
Públicas asistieron a muchos espacios televisivos para tratar de
justificar las pérdidas. De pronto el Centro de Información
Gubernamental bombardeó los medios con publicidad. Una señora
ciega aparecía hablando flores del país, resaltando sus valores
patrios y dando un mensaje esperanzador después de la tormenta
de parte del presidente y para estremecer terminaba con gestos
de ternura y una de las canciones de Juan Luis Guerra de fondo.
Como para sacar lágrimas, luego de
ser muchas las de las familias afectadas, las de aquellos que
tomaron sus pertenencias junto a ellos y perdieron sus vidas en
el intento de salvaguardar lo poco que tenían o aquellos que por
salvar a sus vecinos y ayudar perecieron ahogados en las aguas
que trajo consigo Noel.
La tormenta fue un punto menos para el
gobierno y para evidenciar que su autoridad no es tan legítima
en los momentos necesarios. Se les salió de las manos la
situación porque con sólo la red de información bastaba y
sobraba para alertar sobre la tremenda catástrofe de que fue
víctima el país. Una tormenta no anunciada; mágicamente salida
de la nada.
Bastaron tres semanas para recuperar la
calma, para tratar de reponer el país. Pero esta primera semana
de diciembre parece que aprendimos la lección. Ya el martes los
medios llamaban a refugiarse, a abastecerse de alimentos, los
boletines del COE empezaban porque una nueva tormenta tocaría el
país y las zonas afectadas serían las del este y norte del país
y efectivamente, el miércoles fuimos azotados por la tormenta
Olga. El río Yaque del Norte se creció, hubo que desaguar la
presa de Taveras, evacuar muchas comunidades en especial de
Santiago, Mao, Montecristi que fueron las provincias más
afectadas. Desde Samaná hasta Puerto Plata hubo torrenciales
aguaceros y feroces vientos. El jueves se esperaba la visita del
presidente a Santiago que resultó con mayor afección y todavía
hoy se espera que ejecuten un plan de acción y recuperación.
Todo pasó en mes y medio. Todo pasó en una semana. Con la
única diferencia de que aprendemos después de los tropiezos y
los hechos desastrosos. Naturalmente, después de las tormentas,
¿Qué tipo de calma vendrá?
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