UN ACCIDENTE ESPECTACULAR
El lunes 9 de Junio pasado,
a eso de las once de la mañana, mientras yo caminaba
tranquilamente en la acera bordeando el Palacio de Justicia, oí
repentinamente un ruido infernal y metálico que me obligó a
pararme en seco. Un pick-up blanco desembocando a todo gas de
la Avenida Hermanas Mirabal, acababa de percutir
estrepitosamente la parte trasera de una jeepeta azul que rodaba
a toda velocidad en la Luís Ginebra.
El espectáculo inaudito y
terrorífico que se ofreció a mis ojos desorbitados, hubiera bien
podido verse en cualquier película de acción, repleta de escenas
de riesgo. Una secuencia de pesadilla que voy a tratar de
relatar para mis amigos lectores.
Figurense que tan violento
fue el impacto que el vehículo azul se desvió a la derecha y
chocó contra un bordillo de acera, lo que lo hizo rebotar como
una pelota, imprimiendole a la vez un vigoroso movimiento
giratorio. En otros términos, la jeepeta azul se puso a dar una
sucesión de vueltas de campana, ante la mirada asombrada y
asustada de la cincuentena de personas que, como cada mañana,
estaban en los alrededores del Palacio de Justicia.
Estupefactos y paralizados
por la emoción, todos estos mirones no daban crédito a sus ojos.
¿ Quien hubiera creído que esta peligrosa escena cinematográfica
hubiera podido extenderse en la Avenida Luís Ginebra, a esta
hora de tráfico intenso?
Finalmente, un carro
parqueado bastante de soslayo delante del Palacio de Justicia,
constituyó el obstáculo providencial que puso fin a estas
inquietantes vueltas de campana. La jeepeta azul se inmovilizó
lateralmente, dejando detrás de ella una capa espesa de polvo
negro en la calzada, así como un reguero de cascos de cristales.
Simultáneamente, todos los
curiosos se precipitaron hacía el vehículo, con el fin de darse
cuenta si había heridos y muertos, y también para averiguar las
causas del accidente.
Afortunadamente, no había
más que una persona en la jeepeta estropeada, el chofer, un
hombre en los treinta que, al parecer, se había bien agarrado al
volante, durante esta involuntaria escena de riesgo. De seguro,
todas estas vueltas de campana le habían mareado un poco, pero
salía sin un rasguño.
Impaciente por quitar esta
postura incómoda en la cual él se hallaba, y puesto que todas
las puertas del vehiculo estaban atascadas, el conductor estaba
más que harto, y no era capaz de contestar estas decenas de
preguntas con las cuales le acosaban febrilmente los mirones.
-Ayudenme a salir, vociferó
el chofer, que tenía los nervios de punta, debido a la emoción
que, visiblemente, seguía trastornandole.
En menos que canta un
gallo, unas doce personas, hombres y mujeres confundidos, se
aplicaron a la dura faena de enderezar el vehiculo accidentado.
Ellos lo empujaron a todo trance, y sin dificultades,
consiguieron reponerlo de pié. Y el conductor pudo por fin
salir de la cabina, pasando por el alto de la portera.
De la breve entrevista que
los numerosos mirones sacaron de los labios del hombre, resulta
que:
Regresaba de Sosúa, e iba
en dirección a Santiago, de donde es oriundo.
La jeepeta que fue a punto
de robarle la vida, no le pertenece. Este coche es de un amigo
suyo de quien él lo había tomado prestado.
La causa del accidente es
sencilla: el chofer de la jeepeta pensaba que el pick-up blanco
iba a pararse. Y el conductor del mismo había pensado igualmente.
Por favor, señores de los
servicios interesados, con el fin de prevenir otros accidentes
terribles, los moradores de Puerto Plata les ruegan que, en un
plazo razonable, hagan ustedes instalar un semáforo en la
esquina de las Avenidas Hermanas Mirabal y Luis Ginebra.
Email
[email protected]
Website
http://www.claudedambreville.com
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