Opinión

 

MI AMIGO MIGUEL

Mi amigo Miguel, un hombre sumamente gruñón, acaba de hablarme de las aceras de Puerto Plata, en tono manifiestamente acrimonioso, ácido, acre.  Empezó por preguntarme el significado de la palabra “acera”.

-         Es fácil, contesté, no tengo más que darte la definición del diccionario: “la acera es la parte lateral de la calle, más elevada que la calzada, y reservada a la circulación de los peatones “.

-         Desafortunadamente, me hizo notar Miguel, los peatones no se sienten cómodos circulando en estas aceras que, muy a menudo, no son acogedoras.

-         Estamos de acuerdo en este punto, pero, en realidad, eso tiene poca importancia.  Aquí, la circulación peatonal es casi inexistente, excepto en el sector comercial.

-         ¿Quieres decir que no hay peatones en la parte residencial?

-         Los hay por supuesto, pero no en masa.  La gente se mueve en carro, en las guaguas A, B, C, y sobre todo, en motoconcho.

-         Esto no impide que las aceras deberían estar impecablemente entretenidas, por la comodidad de los escasos peatones que las utilizan.

-         En resumen, Miguel, ¿qué te parece condenable en las aceras de Puerto Plata?

-         Mira, hermano, reconozco que algunas aceras de la ciudad son limpias y bien funcionales.  En cambio, la utilización de ciertas otras se revela difícil y desagradable.

-         ¿No exageras un poco?

-         De ninguna manera.  Si, como yo, eres un peatón observador, has ciertamente notado que algunas aceras de aquí están en mal estado o completamente destruidas, fangosas, y a veces invadidas con malas hierbas.  En una calle acomodada, incluso he visto una acera casi totalmente cubierta con una vegetación de auyama.

-         La he visto también, y encuentro esto bastante sorprendente.

-         Otras aceras, prosiguió Miguel, son verdaderos jardines decorativos, donde la circulación peatonal es prácticamente imposible.

-         No me digas que no son preciosas y placenteras, estas aceras-jardines.

-         Preciosas, tal vez.  Pero no siempre placenteras.  Cuando no son las hojas que, a los peatones, les entran en los ojos o las orejas, son hormigas agresivas que les caen encima, como para recordarles que sería mejor que caminaran en la calzada.

-         Quizá tengas razón.  Sin embargo, según mi parecer, el inconveniente mayor de las aceras-jardines es que las raíces de los árboles que les adornan, se portan como verdaderos gatos (  que levantan cargas), para empujar al sesgo todos los trozos de hormigón que les recubren.  Resulta que los peatones circulando en estas aceras fuertemente desniveladas, corren riesgo de resbalar de un minuto al otro.

-         A propósito de estas aceras desniveladas y fragmentadas, recientemente estuve a punto de tener una caída terrible.  Justo antes de la esquina  Luis Ginebra-la estancia, las raíces robustas de un árbol grande han provocado desde hace cinco años el estallido de un tramo de acera.  Para franquear este trozo accidentado, el peatón debe elegir cuidadosamente los pedazos de hormigón sobre los cuales puede poner los pies sin peligro.  Ahora bien, se me ocurrió hacer una mala elección, y el triángulo de hormigón que yo había pisado con toda confianza, me basculó por bajo del pie, y poco faltó para que yo me cayera de espaldas, y me rompiera la columna vertebral.

-         Mi pequeño Miguel, sin duda alguna, dramatizas un poco.  Pero necesitaré tener cuidado.  A menudo ando en esta acera fragmentada, cuya reparación no parece inminente.  ¿ No crees tú que deberíamos pisar resueltamente la calzada, en lugar de seguir jugando peligrosamente “peregrina” con unos pedazos de hormigón bamboleantes  ?

-         Gracias, hermano, por este consejo sensato.  Pero  quiero que sepas que ya me he acostumbrado con la molestia arriesgada consistiendo en pisar la calzada de vez en cuando.  En la calle donde yo vivo, el dueño de una casa hermosa y enorme ha hecho plantar en la acera bordeando su terreno, una docena de árboles frutales enanos.  A mi modo de ver, es como si hubiera escrito absurdamente en un letrero:

Atención.  Acera privada.  Paso prohibido.

 

Email      [email protected] 
Website  http://www.claudedambreville.com

 
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