Opinión

 

DIEZ  DÍAS  EN  PUERTO  PLATA 

 25-10-2007 

Nuestro hijo Vadim, que vive en Miami, es un enamorado perdido de Puerto Plata.  Cada año nos hace una visita, y disfruta mucho de esta agradable ciudad donde hemos fijado domicilio desde hace ocho años.   Durante los dos o tres meses precedentes a su viaje,  está tan contento y excitado que pregona la noticia de su próxima salida.  Dice tantas cosas bellas y atractivas acerca de Puerto Plata, que a sus amigos se les hace la boca agua. "Vamos contigo", siempre dicen ellos.   Pero, hasta la fecha, esta promesa entusiasta ha sido un deseo piadoso y Vadim siempre ha desembarcado solo en el aeropuerto. 

Sin embargo,  este año, cuatro de sus amigos han puesto esta amenaza en ejecución:  Nuestra casa, de ordinario silenciosa y tranquila,   se ha convertido recientemente  en un albergue efervescente. 

Mi esposa, que es una experta en el arte de hospedar a los visitantes, había realizado en esta ocasión un verdadero milagro, para crear y acondicionar un dormitorio decente y confortable para esos cinco huéspedes.   Pero, aparentemente, sus esfuerzos se han quedado  en vano, por la simple razón que durante toda la estancia de estos viajeros, nunca les hemos visto acostarse una sola vez para dormir.

Cada noche, a las nueve, salían de la casa, e iban a festejar con las  encantadoras chicas de Puerto Plata.  No volvían hasta  el día siguiente, a eso de las diez de la mañana. Tenían la cara cansada, dormían de pie, y a menudo, se ponían enfermos. Por fortuna, había en el grupo un joven aficionado a las medicinas.  Tenía en su maleta numerosos tipos de pastillas para el dolor de cabeza, el dolor de muelas, la diarrea,   las náuseas, etc. … Y no se hacía rogar para distribuir sus milagrosas tabletas. 

A las once de la mañana,  después de un muy corto sueño empezaba la parte difícil del programa de nuestros cinco visitantes: servir juntos el desayuno y el almuerzo.   Estos vigorosos hombres siempre tenían un hambre  canina.  Pero, está bien.  No vamos a quejarnos de su excelente apetito, puesto que estábamos totalmente preparados para esas copiosas comidas.   Provisto de una larga lista,  me iba cada dos días al supermercado, para abastecernos de toda clase de alimentos deliciosos. 

En resumen,  acabamos de pasar diez días muy diferentes y muy alegres en la compañía de nuestros cinco viajeros, que han traído en nuestra vida serena y rutinera de jubilados, algunos rayos de sol muy calurosos y muy vivificantes.. 

Gracias, señores.

Que vuelvan ustedes cuando quieran,  pero… no en seguida… 

Email      [email protected] 
Website  http://www.claudedambreville.com

 
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