La seguridad social
Un extranjero residente en Sosúa me
dijo en una ocasión que nuestra economía era la economía del sube y
baja. Como no tenemos planes a largo plazo y los gobiernos que vienen no
respetan las iniciativas llevadas a cabo por el anterior, aunque sean
buenas, estamos como veletas sin rumbo, sube aquí y baja allá. La
seguridad social, mil veces proclamada como uno de los mayores logros en
materia legislativa a favor de la ciudadanía desvalida, se encuentra
paralizada en su parte más importante que es la salud. Lo que hay ahí
dentro es una lucha encarnizada de intereses económicos que nadie va a
resolver si no le dan la parte que "le corresponde" a cada uno de los
actores. Como siempre, el pueblo queda abajo.
Los fondos de pensiones (AFP), esa parte, como por arte de magia,
funcionó inmediatamente. ¡Es la niña bella de la seguridad social! Como
lo que genera son ahorros, como lo que genera es ganancia,
disponibilidad, entonces su implementación fue muy fácil. Mientras la
salud, que es complejísima, difícil, espinosa, en la cual hay que
invertir grandes cantidades de dinero, se ha quedado trunca. Así son las
cosas en este país. Hay que decir, en honor a la verdad, que al gobierno
no se le puede echar la culpa del todo por el hecho de que el seguro
familiar de salud no haya entrado en vigencia. Muchos toman estos
argumentos como punta de lanza con la finalidad de embadurnar la gestión
pública, confundir la gente con explicaciones distorsionadas. Intereses
económicos provenientes de sectores poderosísimos son los culpables. Al
gobierno podríamos restregarle los recovecos y la tibieza conque ha
tratado de solucionar el tema. Se ha perdido mucho tiempo, al
empresariado se le ha soltado mucho nylon y ha sido dificultoso halar,
desde las profundidades, esas pesadas apetencias.
Muchos se han referido a que han dejado quebrar el anterior sistema de
seguridad social. Si está quebrado y, ciertamente lo está, me alegro
mucho, porque lo que teníamos era un impuesto directo pagado por
empleados y empleadores para recibir un servicio inexistente. Muchos
empresarios, con la finalidad de que sus empleados tuvieran un seguro de
salud real, debían cotizar doble, es decir, pagar por el seguro social
del gobierno y pagar un seguro privado. Eso no era más que un abuso. A
pesar de que, según la ley, ya el empresario puede tomar la decisión que
quiera, es decir, afiliarse con quien quiera, los del seguro social
viejo siguen con una presión sin precedentes cobrando el pago mensual
por un servicio que nadie recibe.
Me considero una persona optimista. El optimismo es vital para el que
quiera sobrevivir en este rico país pobremente administrado. Pero mi
optimismo no llega a creer que aquí va a funcionar un sistema tan
complejo de salud, que requiere de la buena voluntad de tantos actores y
una inversión mensual cuantiosa por parte del Estado. Mi optimismo no
llega a concebir la seguridad social como una realidad, por lo menos en
lo que respecta a la salud. Que me perdonen algunos amigos, pero aquí
tenemos tres cosas que no se arreglan por todo este tiempo; la seguridad
social, el problema eléctrico y la otra, me la voy a callar por el
momento.
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