HUMILDAD
Nos olvidamos de que
ser humildes, en el sentido de ser recatados, pacientes, reservados y
sencillos es algo que puede acercarnos a los demás (o, en todo caso, a
personas que puedan disfrutar de esta característica)
Estoy segura de que en el catecismo, mucha gente
aprendió esta palabra que estuvo de moda en épocas anteriores y que se
definía como virtud deseable para todos los buenos cristianos y
especialmente para las mujeres.
Pero, como diría la madre de una amiga mía, hoy día hasta las candidatas
a reinas de belleza son mucho más lanzadas, atrevidas y mandonas de lo
que eran antes, algo que pueden corroborar los fieles seguidores de este
tipo de certámenes.
Por la influencia del mercadeo, que nos insta a cacarear todas las
cualidades positivas de los diferentes artículos promocionados y con el
sentido del protagonismo que ha sido desarrollado quizás gracias a la
influencia de la psicología, quizás como un fenómeno de grandes masas,
lo cierto es que raras veces tenemos la oportunidad de pensar en el
comedimiento, la sencillez y la humildad como características deseables
en estos tiempos.
El lenguaje nos delata: si decimos que tal persona “es un hombre
humilde” inmediatamente pensamos que es de escasos recursos tal vez no
sólo económicos, sino hasta sociales e intelectuales.
Nos olvidamos de que la palabra humilde tiene la misma raíz que humano y
que esta característica, lejos de querer decir ausencia de fortalezas
más bien lo que significa es consciencia de nuestras debilidades para
obrar de acuerdo a este conocimiento.
Nos olvidamos, por ejemplo, que los antónimos de humildad no son
prosperidad, exhuberancia, generosidad y felicidad, sino orgullo,
arrogancia, insolencia, soberbia, altanería, impertinencia, vanidad,
presunción y altivez cualidades que difícilmente pueden ser deseables.
Nos olvidamos de que ser humildes, en el sentido de ser recatados,
pacientes, reservados y sencillos es algo que puede acercarnos a los
demás (o, en todo caso, a personas que puedan disfrutar de esta
característica lo cual es mucho más preferible que estar cercanos a
personas que valoren la impertinencia y la altanería).
Nos olvidamos de que Ghandi, con su práctica de la no-violencia activa y
un comportamiento que no puede caracterizarse de otra cosa que humilde y
sencillo, vestido casi como un bebé, en paños y telas, fue capaz de
conseguir que el Imperio Británico con una monarquía a la cabeza, una
extensión territorial repartida por todo el planeta, armas, joyas, clero
y millones de gente a su servicio, tuviera que abandonar la India.
Jeanne Marion-Landais,
es psicóloga
Fuente: El Caribe
Evite los insultos, palabras
soeces, vulgaridades o groseras
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