Transcribimos un artículo publicado en Ultima Hora el 5 de agosto de 1986ESA INSOPORTABLE CLASE MEDIAPor Rolando Lima TapiaLa verdad es que si fuera posible medir con algún aparato el grado de simulación permanente y el alto nivel de hipocresía de “eso” que en nuestro país llaman “clase media”, realmente se harían añicos las agujas. Señores, es que hay que decir que lo más engreído, comparón, fantoche y simulador es esa especie de “parto a mitad de camino”, que sin llegar a ser ni una cosa ni la otra, se mantiene todo el tiempo en una especie de “baile” entre sus ímpetus por igualarse con la clase alta y los afectos que la amarran a la clase baja de donde en principio proviene. Sus integrantes (de la “clase media”) viven en un afán constante por trepar, por subir en la escala social y económica. En su empeño por lograrlo, son capaces de todo, llegando en muchas ocasiones hacer abstracción casi total de las más elementales reglas de ética y de moral. La vida de estas personas es una agonía permanente, pues están todo el tiempo actuando, aparentemente tratando de presentar una imagen que muchas veces no se corresponde con su real situación social y económica. Es decir, estas gentes han logrado situarse en un “status” con el que pueden disfrutar de algunos bienes y comodidades que no poseen los miembros de la clase baja, pero (para su tranquilidad) por otro lado, se les hace imposible alcanzar el boato y la vida regalada de la clase alta, a la que envidian, admiran y desean imitar. De ahí, entonces, que el típico miembro de la “clase media” esté todo el tiempo mirando hacia arriba para ver hasta donde quiere subir. Tratará de hacerlo de cualquier manera y, para conseguirlo, no desestimará escalones. Por tanto, lo veremos militar en el partido que considere “que va a ganar”, emprender proyectos de modestas empresas, iniciar pequeños negocios. Todo con el deseo expreso y personal de “subir de cualquier modo” y poder disfrutar de las facilidades por tanto tiempo anheladas. Una de las “tácticas” que emplean los integrantes de esta “clase en transición es la de “codearse” en círculos de la clase alta, con el secreto deseo “de que algo se les pegue”. Como el moverse en este medio implica ciertos gastos económicos, veremos al miembro de clase media mete4rse en “veinte mil líos” con tal de estar presente en las reuniones, actos y fiestas de la clase alta, donde irá a aparentar y a simular hipócritamente una imagen que se corresponde con su real situación. No es raro, por ejemplo, ver una mujer de “clase media-baja” regatear discretamente el precio de las verduras con el vendedor que pasa por su casa en horas de la mañana; y en la noche oírla discursear en un encopetado baile de señoras sobre la supuesta honorabilidad y el “abolengo” de su familia. Cabe señalar que quizás ha asistido con un vestido prestado o sacrificando el magro presupuesto familiar. El hecho es lucir, aparentar, fingir, hacer creer. Llegan a extremos tales las barbaridades de la “clase media”, que incluso dentro de sus mismos integrantes existe la discriminación y la competencia; y a la clase baja la desprecia, llegando a extremos de crueldad. Es común oír en boca de algún miembro de “clase media”, por alguna situación particular, expresiones como: “uno no puede juntarse con todo el mundo”, “hay que tratar de vivir entre la gente”, y muchas veces refiriéndose a la clase baja: “porque uno los trata decentemente se creen como que uno es igual que ellos”; que nos reflejan la altanería, el “copete” y la soberbia presentes en estos seres. Es frecuente oírles hablar con aire doctoral del último libro de Juan Bosch o García Márquez (los cuales “ya leyeron”) y por su boca desfilarán los más variados “análisis” sobre el contenido de los libros del “boom” latinoamericano y los más famosos autores. Nos los encontramos con frecuencia en círculos y movimientos y en salas de cines de estreno. Entre sus amistades (en la universidad, el trabajo, reuniones o fiestas) nos impresionará con sus conocimientos de cinematografía, aprovechando cualquier ocasión para decir “lo que cree sobre la última película de Luis Buñuel o Woody Allen. Nos dirá que admira estos directores por la alta calidad de su cine. Al decirnos esto, pondrá una expresión de suficiencia y altanería. Claro, todo es pose, teatro. Una forma de dar rienda suelta a sus deseos frustrados, fingiendo hipócritamente. Y (no nos asombremos), está presente hasta en los movimientos político-revolucionarios en los cuales (estamos seguros) tratará de dirigir y de mandar. ¿Qué hace aquí? Bueno, sucede que esta clase, por el estado de frustración en que vive, además de ser ambiciosa se torna a veces sentimental y emotiva. Por eso lo vemos expresar con frecuencia que “es necesario transformar la sociedad”, “que es urgente hacer la revolución”, aprestándose a combatir a la “explotadora” clase alta (a la que en el fondo envidia). Mientras esté en el movimiento revolucionario, denunciará, combatirá y se aprestará a “sacrificarse” por las masas. Pero si logra algún hueco que le permita ascender o cambiar su situación económica, olvidará su radicalismo y se alejará “desencantado” de la lucha, oyéndosele comentar, quizás desde algún cómodo despacho tratando de acallar viejos temores: “ojalá yo gane, pero qué va muchacho, aquí la revolución no gana por ahora” ¡Oh, clase media, inescrupulosa y cambiante! |