A PROPÓSITO DEL INICIO DEL
AÑO ESCOLAR (Parte 1)
Es bien conocido que la educación es uno de los
principales medios para combatir la pobreza. Entonces, si queremos
reducir la pobreza a largo plazo en el país, debemos empezar invirtiendo
mayores recursos en la educación.
Es necesario hacer todo el esfuerzo posible para que las portadas de los
periódicos al inicio de cada año escolar no sean niños y niñas sentados
en bloques de cemento, o que la sombra de un árbol sea su aula.
Existe un divorcio entre los planteamientos de los gobiernos en cuanto a
la necesidad de invertir en la educación y la inversión que realmente
hacen. Lo mismo ocurre con los objetivos planteados, y con el tipo de
formación académica que necesitamos para el país.
El problema educativo en República Dominicana tiene varias aristas que
se interrelacionan y cuyas mejoras podrían repercutir en el sistema
educativo en su conjunto. Lo primero a tomar en cuenta es que no podemos
brindar educación de calidad si no invertimos en la capacitación de los
maestros y las maestras. Es como responder la pregunta de ¿quién educa
al educador?, o ¿cuáles son los conocimientos que brinda el educador a
sus alumnos? La calidad de la educación depende en gran medida de la
inversión en capacitación de los maestros.
La formación de los maestros ha de ser continua y progresiva. Los
acuerdos de centros superiores de enseñanzas con la Secretaría de Estado
de Educación y la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) deben
expandirse aun más, para que el grado académico mínimo necesario para
impartir docencia sea una licenciatura acompañada de cursos
especializados en pedagogía.
La capacitación ha de ser especializada. Un maestro que imparta
matemáticas y ramas afines, como aritmética, geometría, álgebra o
trigonometría, debe recibir una formación permanente y sistemática, en
términos pedagógicos, en esas áreas, para que los conocimientos que
transmita no solo sirvan para el saber, sino también para el hacer. Es
decir, la educación perteneciente a las ciencias debe ser aplicada a los
fines de adquirir los criterios necesarios para motivar a los
estudiantes a utilizar su creatividad, y de tal modo que usen todo
cuanto aprendan para mejorar su entorno.
En cuanto a las ciencias sociales, la historia y la literatura, los
maestros y maestras deben ser forjadores de la creatividad y del
análisis. Deben desarrollar la capacidad analítica de los estudiantes,
con el propósito de lograr que estos pasen de la memorización y
repetición de los hechos, al análisis crítico y comparativo de los
acontecimientos y a la capacidad de formular propuestas.
Cada maestro y maestra debe tener acceso a la Internet y, de ser
posible, poseer un computador. La educación del siglo XXI tiende a lo
virtual, por lo que llegará el momento, dentro de algunos años, que los
maestros y maestras dominicanos tendrán que ofrecer sus enseñanzas por
medio de clases pregrabadas en medios audiovisuales, y que su presencia
en el aula será solo para aclarar o instruir acerca de conceptos que
necesiten ser profundizados. De esta forma, podremos estandarizar la
educación dominicana: todos los estudiantes recibirán las mismas
lecciones, no importa su estatus social o ubicación geográfica.
La reducción de la brecha digital a través del acceso a la información
por medio a la Internet y el uso masivo del computador harán más
competitivas nuestras aulas. Los maestros y maestras deberán tener una
mayor capacidad de respuestas, ante estudiantes que tienen acceso a
informaciones que ellos mismos, muchas veces, desconocen.
Entonces, la meta ha de ser una computadora para cada maestro, y centros
de computadoras en cada escuela, para que todos los estudiantes tengan
acceso a Internet, bajo el precepto de que el conocimiento es de
carácter universal.
Tanto los gobiernos de 1996-2000 como los de 2004-2008 han hecho
bastantes esfuerzos en abastecer las aulas de las escuelas con
laboratorios de computadoras. Pero no basta con la dotación de los
equipos si no se hace hincapié en la enseñanza y aplicación real del
computador y la Internet.
El salario de los maestros, al igual que el de los médicos, es
preocupante. Por la importancia misma de la educación para el desarrollo
nacional la profesión de maestro o maestra debe adquirir una dimensión
en la misma proporción de su aporte a la sociedad. No es posible
impartir una educación de calidad si quienes la imparten no tienen una
vida digna. Un profesor a tiempo completo debe devengar como mínimo un
salario equivalente al monto de la canasta familiar real.
De igual manera, el desayuno escolar debe aumentar en cantidad, variedad
y calidad. Debe tender a ser un desayuno balanceado acorde con los
grados de nutrición requerida, e incluir una dosificación de vitaminas.
Milton Morrison es ingeniero
[email protected]
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