VIOLENCIA DE GÉNERO Y VIOLENCIA SOCIAL
Por: Ramón Tejeda Read
Miércoles 26 de Noviembre de 2008
Más de 170 mujeres han sido asesinadas en lo que va
de año; algunos de los hombres que las han matado, se han suicidado
también.
El aumento con respecto al año pasado—128—es
significativo. Y si se toman en cuenta las denuncias por maltrato,
entonces se adquiere una mejor comprensión de la dimensión real de este
fenómeno social.
Solamente en el Distrito Nacional se reciben
DIARIAMENTE casi 30 denuncias de abuso o maltrato contra mujeres. Es
decir, casi 900 cada mes; o, lo que es lo mismo, más de 11,000 denuncias
cada año, ¡sólo en una provincia del país!
La persistencia de este fenómeno año tras año
revela no sólo niveles alarmantes de indiferencia, sino, sobretodo, una
lacerante incapacidad para comprenderlo y enfrentarlo.
Los sermones sobre “los valores” que llegan ya
desde la clerecía, ya por la boca de magistrados y moralistas, no sirven
para nada, y tampoco tienen eficacia las políticas puestas en práctica
desde el Estado.
Y se fracasa, entre otras cosas, porque, como en
muchos otros aspectos, se persiste en la idea de ver el fenómeno de la
violencia de género como algo aislado, no como un problema de la
sociedad en su conjunto.
Peor aún, subyace —aunque no se diga —un enfoque de
clase del fenómeno, que explica, de paso, la actitud con que se lo asume
y se lo trata. Se lo ve como un problema de los pobres. ¡Y así debe ser,
dirán algunos, puesto que sólo mujeres y hombres pobres protagonizan los
hechos y salen sus nombres en la prensa!
Pero ése es un error de bulto.
La violencia de género es parte sustancial de un
sistema vertical, violento y autoritario.
Esa violencia es más obvia, por diferentes razones,
en las clases empobrecidas, pero está sin dudas presente en casi todo el
tejido social y en momentos como los actuales, de crisis económica y
moral, se hace más notable aún.
De ahí que su tratamiento –si bien tiene una fase
que es particular o incluso individual —no menos cierto es que debe
tener también, y sobretodo, un componente social, colectivo, donde entra
el papel fundamental de las organizaciones comunitarias.
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