La Restauración de la República el 16 de agosto de 1863 no representó solamente la salida definitiva del ejército imperial español de nuestro territorio.
No. Esa guerra representó al mismo tiempo la consolidación de nuestra soberanía, primero, y, segundo, la desaparición de la clase hatera y, por tanto, una renovación en lo social, lo económico y lo político.
De ahí que es mucho lo de simbólico que siempre tendrá para la República Dominicana esa efeméride.
El presidente de la República, por ejemplo, parece que quiso aprovechar el pasado domingo 16 de agosto para iniciar la propia restauración gubernamental.
Rediseñar un gabinete no es poca cosa toda vez que debemos entender que, cuando tal ocurre, es porque también es tiempo de otras políticas o, al menos, del remozamiento de las que están en proceso.
No hay por qué juzgar cambios del funcionariado. Ése es un derecho y un instrumento fundamental del jefe del Estado.
Lo que hay que juzgar son los hechos y hechos es lo que espera el pueblo dominicano. Hechos que demuestren que hay la decisión de hacer las cosas mucho mejor.
Hay toda una agenda reformadora y modernizadora por delante y es hora ya de que se eche mano de nuevo de ella.
