Hace unas dos semanas que un
hijo del conocido abogado Dr. Ramón Andrés Blanco
Fernández sufrió un grave accidente de tránsito en
la Ave. Independencia, cerca de la Cancillería
dominicana. Producto del accidente, el joven
presentó, a la laparoscopía, nada más y nada menos
que una fractura completa del páncreas grado IV. Y
aún vive. ¡Qué lechero!
Me asombra más saber que, además de la hemorragia
que esto implica, tenía roturas del mesenterio. Una
suerte de tela, hecha de membranas grasosas, por
donde caminan las venas y arterias que irrigan al
intestino. Es un fijador de las tripas dentro del
abdomen. Y sangrando también.
El paciente fue chequeado en el Hospital de la
Policía, cercano al lugar del accidente y despachado
a su casa minutos después. ¡Vaya usted a ver!
Los familiares condujeron al accidentado a otro
centro médico de la cercanía. Y allí encontraron a
su salvador: el cirujano Dr. Héctor Manuel Rosario
Díaz. Que tiene un prontuario médico excelente con
el bisturí. Unas destrezas dignas de maestro.
Evitada la exanguinación del paciente por la
hemorragia con la intervención oportuna, aquella que
no se valoró en el Hospital policial, y reparado el
mesenterio que estaba a la vista, se encuentra la
dura realidad para cualquier cirujano: la rotura, en
dos, del páncreas. La mortalidad en estos casos es
elevadísima. Sobrevivir es de suerte o por
habilidades quirúrgicas notables.
El páncreas es un órgano friable. Vale decir, como
queso. Se desmenuza con cierta facilidad, comparado
con otros órganos. El hijo del Dr. Blanco Fernández
está vivo para contarlo. El cirujano debió tomar la
parte del páncreas adherida al cuerpo y
reconstruirla, a pisada pensada. Y tuvo éxito.
No piensen que todo quedó ahí, pues el trozo roto no
fue lanzado al zafacón. Lean ustedes: tomó el pedazo
suelto, haló un recodo de tripa y abriendo un hueco
en ella le zurció, como sastre, el trozo flotante.
Limpió y cerró el abdomen. Y cinco días después el
paciente estaba ingiriendo alimentos ante los ojos
exaltados del personal hospitalario y de los
familiares, médicos incluidos.
Lo que hizo el Dr. Rosario Díaz fue una pancreático-yeyunostomía,
que permitirá al Sr. Blanco contar con dos páncreas,
digamos. Y todo hecho a contra reloj y con la muerte
en la sala de espera.
Son historias médicas que no deben quedar ocultas.
Expresamos nuestra felicitación al Dr. Héctor Manuel
Rosario Díaz y celebramos las destrezas quirúrgicas
exhibidas. Y salud para Carlos, hijo del Dr. Blanco
Fernández.