TROMPOS QUE ENSUCIAN SANTO DOMINGO
Por: Roberto Rodriguez
Marchena
Lunes 01 de Diciembre de 2008
Por doquier, en Santo Domingo, se levanta una torre
de apartamentos y oficinas. Santo Domingo crece hacia arriba con belleza
y vigor.
En los últimos 15 años, la fisonomía de la ciudad
ha cambiado de manera espectacular. No únicamente por la construcción de
torres y edificios, sino también porque los vecinos y vecinas se empeñan
en hacerle mejoras a sus casas, anexos, cada vez que consiguen unos
chelitos o “les llega una brisita”. Cuidan del jardín o de los maceteros
en los balcones de los apartamentos. Los viveros se han multiplicado en
medio de este boom de la construcción y mejora de casas.
Apreciar estos cambios es para mí, deleite y
satisfacción.
Las nuevas edificaciones, la siembra de palmas
cana, el cambio de fachadas y asfaltado en la avenida Abraham Lincoln en
el tramo comprendido entre la avenida John F. Kennedy y la Lope de Vega,
incluido el remozamiento del parquecito o isleta por el Ayuntamiento me
hacen sentir muy bien como capitaleño que, por nada del mundo, está
dispuesto a cambiar de residencia.
Sin embargo, molesta transitar la avenida Abraham
Lincoln desde la Kennedy hasta la José Contreras -como lo hice un
domingo cerca del mediodía hace un par de semanas, sin tapones- y
encontrar concreto esparcido sobre el asfalto en varios puntos, subiendo
como bajando.
Una avenida que fue asfaltada hace pocos meses; que
costó un buen dinero a los contribuyentes (muchos de los cuales tienen
las calles en las que viven o trabajan en pésimo estado); que mereció
críticas a Obras Públicas y al Ayuntamiento por el “privilegio” de ser
acondicionadas, mientras otras esperan, olvidadas por los señores
funcionarios.
Concreto esparcido por indolentes camiones
concreteros que llenan en exceso el trompo de material o de agua y no
ponen cuidado de estar pendientes al vertido del concreto. Pero peor:
quienes van en el camión –chofer y ayudante- saben que han vertido
concreto en avenidas o calles en su trayecto a la torre u edificio en
construcción y no les importa.
Según me he informado, el concreto, por su poca
adherencia al asfalto puede ser removido sin grandes complicaciones.
Pero lleva semanas ahí ofreciendo un bochornoso espectáculo de
indolencia. Además leyes municipales castigan a quienes cometen este
delito.
¿Por qué los dueños de camiones concreteros
–trompos- no ponen más cuidado para no rebosarlos? ¿Por qué los dueños
no les indican a sus operarios que deben estar pendientes de cualquier
vertido de concreto y les obligan a reportar de inmediato la ocurrencia
para que una brigada de la empresa acuda al lugar y remedie el daño?
¿Por qué las autoridades municipales y Obras
Públicas no están atentas y obligan a estas empresas a remediar el daño?
¿Por qué, como prevención, no se les obliga a estas empresas a colocar
en lugar visible de la parte trasera del trompo una leyenda que diga Si
ensucio la ciudad, llama a este número? (Lo mismo podría exigirse a
camiones que trasladan grava y gravilla).
Que ocurran hechos como éste –y hay muchos más como
es el de picar la calle para hacer una conexión de agua- en una ciudad
que crece, debe ser asumido como ocurrencias previsibles, pero, las
autoridades deben regular, castigar a quienes, desaprensivos,
indolentes, violen disposiciones municipales, dañen el patrimonio
público y exigir, a nombre de los ciudadanos y ciudadanas, el valor del
costo de reparación más la multa por el descuido.
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