SABES QUE TE QUIERO, ¿A QUE
VIENE LA PREGUNTA?
Roberto Rodríguez Marchena
Lunes 18 de Agosto del 2008
De los tres discursos que ha pronunciado Leonel
Fernández al juramentarse como Presidente de la República ha sido éste –
a mi juicio- el menos importante para él y para los dominicanos y
dominicanas. El que menos expectativas había creado y, por tanto, mayor
vocación protocolar tenía asignada. También, el menos seductor. “Sabes
que te quiero, ¿a qué viene la pregunta?”
Nada extraño, pues Leonel Fernández se sucede a si mismo. Quizás pudo
aprovechar la ocasión para sorprender y relanzar su relación con la
población, pero seguramente entendió que le bastaba “renovar”, tal como
hacen algunos matrimonios cuando cumplen 25, 50 o 75 años de vida en
pareja, hijos y nietos.
Tantos años de poder, satisfecho de sí y de los éxitos alcanzados,
gracias a su educado talento y a una administración rigurosa de una
agenda propia estructurada con paciencia y cuidado de orfebre, Leonel
Fernández se regaló su discurso de toma de posesión más contestatario,
crítico del capitalismo, del sistema económico global y del modelo
económico local que hace que la economía crezca, pero mal.
Como nunca fue duro con el “capitalismo de casino del siglo XXI (…), un
capitalismo de papeles, de manipulación, de fraude y de extorsión, que
no tiene ninguna vinculación con los fundamentos de la economía real.
“El mundo tiene que cambiar, siguió diciendo. Tiene que eliminar toda
forma de injusticia, discriminación y desigualdad que exista. Tiene que
avanzar su marcha hacia el mañana fundamentándose en la solidaridad, la
cooperación y la integración. La globalización no puede seguir sin
reglas que la gobiernen. El sistema financiero internacional no puede
continuar operando en forma desregulada y sin supervisión adecuada. El
libre comercio resulta insuficiente si al mismo tiempo no es comercio
justo.”
Implacable, denunció “la perfidia y la injusticia que tiene el actual
sistema económico global, pues pone a las naciones y a las empresas a
competir entre sí, sobre la base de quien paga menor salario a sus
trabajadores.” Reclamó, así las cosas, una “globalización justa y
solidaria.”
Reconoció por primera vez el fracaso del modelo económico dominicano que
lleva “al rezago” de la agropecuaria y la industria y la necesidad de
cambiarlo. Con ese propósito anunció un conjunto de medidas favorables a
la producción agropecuaria que fueron acogidas con beneplácito por la
Junta Agroempresarial Dominicana (JAD).
De ahí en adelante, la intervención del Presidente de la República tomó
el camino de las habituales del 27 de febrero, de rendición de cuentas.
No voy a comentar ni a debatir las muchas obras, algunas
imprescindibles, que el gobernante anunció que desea realizar. Se trata
de un plan a cuatro años, cuya ejecución va a depender, como siempre
sucede, del estado de las finanzas públicas. Ya veremos el Anteproyecto
de Presupuesto y Ley de Gasto Público que someta para el año 2009.
Entonces podré decir esto o aquello. Ahora mismo dinero hay para muy
poca cosa.
Si quiero, para terminar, encomiar la decisión, que califico de
prudente, de no presentar ahí, en ese momento, el proyecto de Reforma
Constitucional. Haberlo hecho hubiese enviado un mensaje equivocado y
desviado la atención sobre las acciones que espera la población del
Gobierno para mitigar la crecida de precios, la falta de empleos y bajos
ingresos familiares.
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