QUILVIO CABRERA MENA
Por: Robert Núñez
Jueves 09 de Abril de 2009
Si EL Cielo y La Tierra duran
para siempre
Es porque no viven para sí
mismos
Eso es lo que los hace durar
eternamente.
( Lao Tse )
Hace exactamente un año que el
pueblo dominicano dio demostraciones de que siguen vivos los valores
morales que dieron origen a esta sociedad, que esos valores persisten
recónditos en cada uno de los dominicanos y brotan como una flor en
medio del pantano, sorprendiendo a los mas suspicaces analistas y, sobre
todo, a gran parte de los ciudadanos que se niegan conscientes o
inconscientemente a servir a los demás, sin otro interés que el de ser
hombres o mujeres de bien, que creen en su patria, en su gente y en su
comunidad.
Haber tenido la posibilidad de
ver y sentir, desde hace ya un año, las demostraciones de aprecio y
reconocimiento rendidos a Quilvio Cabrera, nos llena de satisfacción, y
nos hace sentir orgullosos de este pueblo, de esta sociedad que tiene
tanto detractores con razón y tan pocos defensores que prediquen con el
ejemplo, como lo hizo este hombre nacido de las entrañas de la Línea
Noroeste, hijo de Flora y de Polín, de un hogar humilde, pero con
dignidad, donde el respeto y el celo por las cosas bien hechas eran y
son las riquezas más importantes que se pueden cultivar en el ser
humano.
Recorrer el país varias veces
junto a Quilvio, movidos por el interés de servir, ha sido toda una
escuela para muchos de nosotros. Nunca puso el interés personal sobre el
de los demás, y siendo un militante político definido conservó sus
relaciones con todo aquel que estuviera identificado con su rebeldía de
los años setenta, con su lucha gremial de los ochenta o en estos
últimos años, con su desvelo por la tierra, por el medio ambiente, por
las nuevas tecnologías, por las nuevas fuentes de energía y sobre todo
por los hombres del campo, sin importar que fueran éstos encumbrados
empresarios o el más humilde de los agricultores.
En los años por delante nos
corresponde a todos los que junto a Quilvio emprendimos un camino de
identificación total con los intereses de la mayoría de este pueblo,
cultivar esa siembra moral que nos legó y mantener viva la llama de sus
propósitos para que El no muera jamás. Que el Altísimo tenga a ese amigo
hermano en el mejor de los lugares, en el sitio reservado por él para
los justos. (EPD)
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