“QUE SIGA EL ENTIERRO”
Por: Ramón Tejeda Read
Jueves 26 de Febrero de 2009
Un policía raso dominicano gana un sueldo que ronda
los cinco mil pesos (RD$ 5,000), pero la canasta familiar más modesta
monta los 12, 000 ó 15, 000.
Un dato abrumador: una lata de leche en polvo de
2.5 kilogramos cuesta casi 700 pesos, es decir, poco menos de la quinta
parte del sueldo mensual de un policía (y, dicho sea de paso, de una
cantidad enorme de dominicanos y dominicanas).
Agregue a eso vestido, escuela, medicinas y todo lo
que habitualmente necesita una familia y verá una de las razones por las
cuales no será posible por mucho tiempo tener policías mínimamente
educados y conscientes de cuál es su papel en la sociedad. Un papel que
es fundamental.
Y he ahí —también— una de las razones para que
muchos de nuestros agentes policiales y militares sean proclives a
delinquir, a la “mordida” aquélla, al soborno…
De tal magnitud es este fenómeno, que no hay quien
no tenga al menos una o varias historias con o sobre policías. Quien
esto escribe, por ejemplo, recientemente fue mandado a detener por una
patrulla devenida en agente del tránsito.
Cuando inquirí por qué se me mandaba parar, el raso
enviado me explicó que “el comandante” quería saber si mis “papeles”
estaban en orden. Licencia, matrícula, seguro, todo fue entregado y
llevado al “comandante” que esperaba en un vehículo. Tiempo después
volvió el policía, devolvió mis papeles, revisó placa y revista y,
finalmente, cuando comprobó que no había nada que hacer, se sinceró: “¿Y
no hay algo pa’l comandante?”, me dijo.
Es una historia ya manida de tan vieja. Pero
consuetudinaria y patética, particularmente en los barrios, en las
noches, cuando es ostensible la falta de vigilancia en la Capital.
Es, desde luego, la puntitica del iceberg. El
entramado que subyace debajo de semejante fenómeno; la subcultura que lo
explica, que lo permea, que, incluso, lo “legitima”, es de magnitudes
colosales y, cierto, no cambiará de un momento a otro.
Porque no es fenómeno de ahora. Es fenómeno muy
viejo. Porque no ha habido ni hay programas ni intención, al parecer,
para superarlo. Y porque la política que han seguido por décadas
nuestros gobiernos en este aspecto es la de “que siga el entierro”.
Pero no nos damos cuenta de que el entierro al que
asistimos es al de nuestra sociedad. Porque policías y militares y todos
estamos y vivimos en la misma sociedad y no puede andar bien una
institución si la otra
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