¿QUÉ LES PARECE?
Por: Ramón Tejeda Read
Miércoles 14 de Enero de 2009
En marzo próximo se cumplirán once años de la
reunión de clausura del Diálogo Nacional convocado por la primera
administración del Presidente Fernández (1996-2000).
Me parece que conviene recordarlo ahora que se
convoca “a las fuerzas vivas de la nación” a una reunión “cumbre” para
buscar soluciones a los problemas nacionales.
El texto que recoge las propuestas salidas de aquel
Diálogo Nacional explica en su página 28 que “hombres y mujeres del
campo, del gobierno, del mundo empresarial, la academia, las
organizaciones no gubernamentales, las asociaciones profesionales, las
organizaciones de base, las iglesias, los partidos políticos, los
sindicatos, dialogantes todos y todas, se involucraron de mente y
corazón, con su tiempo y su espacio, en el ensayo de alternativas de
concertación y definición conjunta de un proyecto nacional. Un primer
paso en la construcción de una agenda de consenso…”(Véase La voluntad de
la nación. Propuestas aprobadas en la primera jornada del Diálogo
Nacional).
Casi dos mil propuestas sobre la realidad nacional
se conocieron en aquel encuentro, de las cuales 811 fueron aprobadas
directamente y otras 1,075 fueron enviadas a comisiones técnicas.
Aquel esfuerzo incluyó reuniones en Nueva York,
Santo Domingo y las cuatro regiones del país: en Santiago, la región
norte; en Azua, la región sur; en Dajabón, la región fronteriza, y en La
Romana la región este.
El propio Presidente Fernández expresaba emocionado
que aquel “Diálogo Nacional fue la respuesta apropiada a las necesidades
de renovación democrática de nuestra sociedad. Se podría decir que con
el Diálogo Nacional se le dio la puñalada final al autoritarismo en la
República Dominicana”.
Y agregaba en su discurso de clausura: “A partir de
esta noche las cosas no van a ser iguales en nuestro país. Esta noche
estamos asistiendo, y lo digo profundamente convencido, a las exequias
fúnebres del autoritarismo, del verticalismo y de la arrogancia en el
uso del poder en la República Dominicana”.
Y explicaba emocionado: “Pero esta noche estamos
asistiendo también al alumbramiento de una nueva democracia plena de
participación, respetuosa de la opinión de todos los ciudadanos, del
sentir y de las aspiraciones más hondas del más poderoso y del más
humilde de los dominicanos y una democracia consagrada a servir, no a
servirse; a escuchar, no a imponerse; a buscar los medios para hacer de
cada dominicano un sujeto de su propio destino…”.
Recordaba el mandatario en su discurso las
propuestas dirigidas a “crear las condiciones y los recursos financieros
y técnicos para desarrollar la micro, la pequeña y mediana empresas”;
“fortalecer el Estado de derecho como garantía para el desarrollo de la
personalidad ciudadana y de las instituciones públicas y privadas…”; “la
cuestión fundamental de fomentar la participación de la sociedad a todos
los niveles de la actividad pública para fortalecer el proceso de toma
de decisiones del gobierno”; y concluía advirtiendo que se iniciaba en
nuestro país “la construcción de una democracia participativa que
garantice la estabilidad política y social, el desarrollo sostenible y
una justa distribución de los beneficios del progreso para todos los
dominicanos”.
Once años después y a las puertas de una nueva
convocatoria “a las fuerzas vivas” convendría que se pasara revista a
todo lo tratado en aquel Diálogo Nacional y en las otras cumbres que le
siguieron en el segundo mandato de Leonel Fernández (2004-2008), luego
de superada la era de Hipólito Mejía y el PRD.
¿Qué les parece si en vez de que se nos convoque a
una nueva cumbre de proposiciones se nos convocara a una de evaluaciones
de todo lo que nos hemos propuesto en las anteriores?
El país y sus “fuerzas vivas” se beneficiarían
mucho de una experiencia de evaluación que, dicho sea de paso, no se ha
practicado hasta ahora, que sepa yo.
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