QUÉ LÁSTIMA!
Un eminente lingüista (Teun A. Van Dijk) habla de
que en el discurso de determinados grupos humanos existe lo que él llama
“historias de queja o acusación”—complaint or accusation stories—que,
según dice, son aquéllas que no terminan en una “resolución o
conclusión” del problema planteado sino que se prolongan en una queja o
acusación constantes.
La forma en que se desarrolla nuestra campaña política se asemeja un
tanto a esas historias de que habla aquel genial exponente de la
lingüística moderna.
Si no nos falla la memoria, la historia de acusación la inició el
candidato perredeista—incapacitado para apelar a un recurso más
creativo—sin recordar que no tira piedras quien tiene el techo de
cristal.
Las respuestas y contra-respuestas continuaron después y siguen hasta
hoy y, en verdad, que hay que agradecerlas, por un lado, y lamentarlas
por el otro.
Agradecerlas porque nos revelan las entretelas de un sistema político y
económico que no puede ser más fétido.
Lamentarlas porque nos despoja—a ciudadanos y ciudadanas—del derecho a
un debate de altura; un debate sobre cuestiones fundamentales que no se
reducen a quién es más o menos corrupto o quién ha hecho mejores
negocios a la sombra del Estado. Un debate que permita elevar los
niveles de conciencia política del pueblo dominicano
Lo otro que hay que lamentar de esas “historias de queja o acusación” es
que, al parecer, no pasarán de ahí. Y así, la revelación de los negocios
hechos por el candidato blanco a la sombra del Poder—hecha hace dos días
por la dirección de campaña morada—no conduce, digamos, a los tribunales
para resarcir al fisco y al pueblo de lo que se les ha privado, según se
ha dicho.
¡Qué lástima!
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