PREPARADOS PARA LAS TORMENTAS
Jueves 29 de Mayo de 2008
Y hablamos de dos tipos de tormentas, a saber: las
de origen meteorológico y la que nos viene con la crisis económica
generada en Estados Unidos.
Las primeras las conocemos y ya a fines del año pasado la presencia
inesperada de Noel y Olga nos recordó cuánto daño pueden hacer y nos
recordó algo que habíamos olvidado: que pueden aparecer incluso fuera de
la denominada “temporada ciclónica” que comienza en junio y debía
terminar el 30 de noviembre.
Las tormentas de origen económico, por su parte, son impredecibles.
Sabemos por dónde vienen—la del caso presente arranca con la crisis
hipotecaria en Estados Unidos—pero no sabemos en qué pueden parar de no
ser manejadas con acierto.
En abril de 1984 los desaciertos del gobierno perredeista del Dr.
Salvador Jorge Blanco provocaron una poblada que, según números
conservadores, dejó más de 120 dominicanos asesinados en las calles.
En aquel momento, como hoy, subían los precios del petróleo en el
mercado internacional atizados por la devaluación del dólar
estadounidense que así generalizaba la inflación.
Hoy, de nuevo, la devaluación del dólar norteamericano dispara los
precios del petróleo y ese costo se carga al precio de los bienes y
servicios que necesitamos todos.
Pero así como no hay dos cosas que sean absolutamente iguales, la crisis
de hoy no es como la de mediados de los 80 del siglo recién pasado sino
peor puesto que es más compleja.
En efecto, los precios de todo lo que consumimos los seres humanos no
sólo están aumentando por el problema con el petróleo, sino por otras
razones que se añaden en la crisis actual como el aumento de la demanda
de bienes y servicios por parte de China y la India, por ejemplo, o los
daños provocados a la agricultura por fenómenos naturales en varios
países y la disminución de la oferta de productos como el maíz—para sólo
mencionar un caso—porque buena parte de la cosecha de ese cereal se está
dedicando a producir combustible.
Es decir, la tormenta económica que ya hace sentir sus ráfagas sobre
nuestro pueblo es mucho más seria y, si bien debemos esperar que las
autoridades gubernamentales tomen las previsiones de lugar para impedir
que los vientos terribles del vendaval económico provoquen mayor
desesperación que la que ya padecen más de dos millones de dominicanos y
dominicanas, los que no estamos entre aquellos dos millones también
debemos tomar nuestras propias medidas de prevención.
A eso estamos llamados.
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