PERCEPCIONES... SUSTITUCIONES
Por: Rafael Sánchez Cárdenas
Viernes 08 de Mayo de
2009
Hay en el ánimo público, intuitivo a veces, una
sensación de que la administración nacional corre desbocada al suicidio.
Se siente por todos lados una convicción creciente de que la corrupción
campea en la esfera gubernamental. Y me temo que buena parte de ello
depende del comportamiento licencioso de algunos funcionarios
presumiéndolo todo. Altos y medios.
En restaurantes y bares se comenta el boato. A
diario recursos notables engalanan las mesas de finos manjares y mejores
bebidas. Parecería un desprecio por los sazones caseros tan añorados por
muchos. Y es constante.
No viajan en carros modestos, económicos o de algún
uso. Prefieren el todo terreno de gran cilindrada, nuevo
preferiblemente. Ciudadanos, por doquier, elevan sus quejas por no ser
atendidos. Que son huidizos para pagar, y simpáticos y cálidos en el
proselitismo.
Agresivos ante la crítica. Descortesía en la
atención de llamadas y visitas. Incumplidores de promesas.
Es claro que no todos son así. El Estado cuenta con
funcionarios más que buenos: trabajadores, frugales, honrados por demás,
e inteligentes. Pero opacados por el bullicio de otros, que siempre
están en el set o procurando caminos, a la sombra, para controlarlo
todo. La vieja mentalidad anular de los cercanos al jefe.
Mientras se dilata la sustitución de los señalados
por la opinión pública, algunos de los cuales debieron ser sustituidos
por lerdos, se atiza o reemplaza a otros, que bien pueden ser muestra
honorable para el propio gobierno, como la de Héctor Olivo. Que es
honrado, eficiente, frugal e institucionalista. Y eso basta.
Sustituir ciertos funcionarios en una atmósfera de
percepciones y realidades como esta puede alentar las sospechas de que
aquellos sobresalen a estos de todos modos. Que los buenos funcionarios
pierden espacio. Que son ellos los que cansan y aumentan la percepción
negativa y no aquellos.
Como están las cosas debieran mimarse los buenos y
aporrear a los otros con apuro.
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