PENA, MIEDO Y VERGÜENZA
Por: Ramón Tejeda Read
Miércoles 25 de Febrero de 2009
Eso, pena, miedo y vergüenza da ver a nuestros
policías y militares involucrados en la delincuencia de todo género.
Desde Paya, hasta Parmalat, pasando por la extorsión en los barrios, que
no es noticia de primera plana, lamentablemente.
Pero eso viene de muy lejos. Son muchas las décadas
que hay que echar hacia atrás para ver cómo venía este desmadre sin que
nuestros gobiernos hicieran nada para impedirlo.
Tampoco la élite económicamente dominante la cual,
ocupando una posición casi tan determinante en la sociedad como la del
mismo gobierno, no ha hecho sino abandonarla y comprar con su riqueza su
propia seguridad olvidando que si la ciudadanía no está segura, tampoco
lo están ellos y su riqueza. Todo es cuestión de tiempo.
Porque, ¿a quién se le ocurre que se puede poner un
asunto tan importante como la seguridad ciudadana en manos de personas
analfabetas, hambrientas e incapacitadas? Es una de las paradojas más
flagrantes de nuestra sociedad.
Porque el grueso de nuestros guardias y policías
proviene de los sectores más pobres de la sociedad. Es decir, de los
sectores olvidados, marginados, empobrecidos, desempleados… Muchos de
ellos proceden del campesinado que ha perdido lo poco que tenía y ha ido
a la ciudad a “buscársela” como pueda… y a veces como mejor puede es
“enganchándose” a la policía o a la guardia.
Allí recibirá un sueldito que no le alcanza para
nada, pero aprenderá que, como le dijo el doctor Balaguer en una de sus
frases transparentes, eso se completa con “la mordida”. El único
problema es que la mordida la paga la ciudadanía.
Y constatará algo más dramático aún: que en sus
manos se ha puesto una cuota importante de la abrumadora autoridad de
instituciones terriblemente verticales, autoritarias y nada
transparentes, en las que siguen “vivitas y coleando” las prácticas del
trujillismo más funesto.
Todo era cuestión de tiempo. ¿Cómo es posible que
nuestros “ilustres” y “preclaros” gobernantes no se dieran cuenta?
Por eso, da pena el desastre que contemplamos hoy,
porque es comprobar que nuestro país ha marchado sin rumbo, sin planes
que establezcan prioridades y que sólo parece evocar la frase del
haragán del cuento aquél: “Que siga el entierro”.
Y da miedo, porque cada día constatamos que la
seguridad ciudadana es un mito… un mito que es un gran negocio para las
compañías que venden seguridad, pero que cuesta millones y millones de
dólares al país porque espanta al mejor turismo y arruina los negocios.
Y da vergüenza que crezcamos pero, al parecer, sólo
en el PBI… por cierto muy maltrecho ya con la crisis mundial ante la
cual nos presumíamos “blindados”.
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