OJO CON GUATEMALA
Por: Ramón Tejeda Read
Miércoles 20 de Mayo de
2009
Sorprende ver a la oligarquía y las clases altas
guatemaltecas lanzadas a las calles a protestar contra el gobierno de
Álvaro Colom.
Sorprende más aún porque esos sectores jamás
hicieron lo mismo contra los generales que patrocinaron la orgía de
sangre que duró tres décadas en aquel sufrido país.
Sorprende también la coordinación, las marchas
repentinas y las fotos en las primeras páginas de ciertos diarios que,
sin embargo, no dan igual tratamiento a las manifestaciones de apoyo al
gobernante guatemalteco.
A mediados de los años cincuenta del recién pasado
siglo veinte, un educador eminente llamado Juan José Arévalo intentó la
reforma democrática en Guatemala y en el acto la United Fruit y la
oligarquía latifundista guatemalteca iniciaron una campaña atroz contra
el presidente al que acusaban de lo peor que se podía acusar a un
gobernante en aquel momento: comunista.
El presidente Arévalo vio fracasar su experimento y
quien intentó darle continuidad iniciando la reforma agraria, entre
otras medidas, Jacobo Arbenz, fue derrocado en una de las maniobras
interventoras más groseras que registre la historia de nuestra región.
Desde entonces, año 1954, hasta mediado de los
ochenta—tres décadas— lo que vivió Guatemala fue una orgía de sangre
inenarrable en la que millares de hombres, mujeres y niños murieron y
sus cuerpos fueron enterrados en fosas comunes a las que hoy todavía se
trata de ubicar a partir de los testimonios de militares que
participaron en aquellas masacres.
¿Dónde estaban en aquellos momentos muchos de los
que hoy piden enardecidos la cabeza del presidente de Guatemala?
Colom se autoproclamó socialdemócrata, prometió
reducir los exagerados niveles de pobreza de la población, sacar del
ostracismo a las 23 poblaciones indígenas que constituyen el 42% de la
población guatemalteca; ha tomado medidas redistributivas que empiezan a
aliviar la pobreza y tiene en curso una reforma fiscal que no trae
contentos—como siempre—a los grupos tradicionales de poder. Es en medio
de todo esto que viene el llamado escándalo Rosenberg.
El presidente Colom podría no ser un santo, pero he
aquí que muchos de quienes le adversan salieron de lo más oscuro de los
infiernos y ello se comprueba cuando se averigua, por ejemplo, el
prontuario de quienes dieron a conocer el video que busca inculpar al
gobernante en un asesinato.
Ojalá que las comisiones internacionales nombradas
para investigar el caso puedan evacuar cuanto antes un informe realmente
objetivo e imparcial porque lo cierto es que lo que parece estar
tramándose en Guatemala no parece oler bien para el país
centroamericano, en particular, ni para América Latina, en general.
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