MUY BIEN, GRACIAS
Por: Ramón Tejeda Read
Miércoles 10 de Diciembre de 2008
Hace unos días fui testigo de una escena que,
aunque ya uno está curado de espanto, llamó poderosamente mi atención.
La secretaria de un médico llega al consultorio,
toma la lista que han ido haciendo los pacientes según fueron llegando y
a seguidas advierte:
• A partir de hoy el doctor no acepta ningún seguro
médico.
• Desde hoy el costo de la consulta sube de mil a dos mil pesos.
• Para revisión de análisis, el costo de la consulta será de mil pesos.
• Por las mañanas el doctor sólo atenderá a diez pacientes y ese día
llegaría a las once de la mañana.
Como lo ha leído. Aquel médico—y con él muchísimas
otras personas—se siente con el derecho y la autoridad para disponer
aumentos de precios porque sí.
Lo han venido haciendo en los últimos tiempos y
nadie tiene por qué dudar de que lo seguirán haciendo. Sin preguntar a
nadie. Sin pedir consejo ni autorización a nadie y sin que nadie se
inmute desde el Estado.
¿Cuál es la diferencia entre ese médico y –para
sólo mencionar un caso— los dueños de rutas del transporte quienes,
cualquier día, por cualquier quítame esta paja, disponen suspender el
servicio?
Ni a unos ni a otros les importa la condición de
los ciudadanos y ciudadanas ni los inconvenientes que sus decisiones les
ocasionan.
Muchos podrían llamar a eso “libertad de empresa” o
alguna otra cosa parecida, y los contumaces hasta podrían hablar de
“democracia” y de las “fuerzas del mercado”, pero semejante estado de
cosas no es sino la comprobación de que vivimos en el reino del sálvese
quien pueda y nuestras autoridades están “muy bien, gracias”.
Como es fácil entender, ese sistema otorga
autoridad y grandes beneficios económicos a unos pocos, pero desgracia
la vida de la gran mayoría de los ciudadanos y ciudadanas a quienes
supuestamente el Estado debía defender.
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