MEDITACIÓN
Por: Luís H. Arthur S.
Viernes 13 Marzo de 2009
Quisiera armonizar mis pensamientos y llegar a un
equilibrio razonable entre lo que muchos piden, lo que reciben y no
mantienen y las futuras generaciones.
Las cosas que no se sudan, que no se añoran ni se
hacen para el bien, no se aman ni se cuidan.
Puerto Plata fue el primer Polo Turístico del
País. Trujillo a la par que la marginó, le hizo la carretera que
bordeando la costa llega hasta Nagua. Balaguer le construyó un hermoso
malecón que como toda obra dio y quitó. Le hizo un Teleférico y le puso
un Cristo en la Montaña. Le reconstruyó su Glorieta y su Estación de
Ferrocarril y a La Fortaleza la hizo museo turístico. Le hizo el
Montemar, el Aeropuerto Internacional, un Polideportivo, y creó un
programa de créditos en el Banco Central que devino en Playa Dorada y
tantos hoteles en toda la costa norte. Y tantas otras obras se hicieron
y vino el desarrollo privado como Costambar. Muchos estaban felices, y
se habló del despegue económico del terruño. El dinero fluyó y tantos
se hicieron ricos y cosmopolitas.
Al paso de los años la euforia se calmó. Y comenzó
a verse la otra cara de la moneda. El pueblo abúlico y romántico
comenzó a llenarse de extraños que venían de todos partes. Que
desconocían sus costumbres centenarias. Comenzó la carnavalización, el
ruido, los vicios. El turismo barato llegó con sus lacras, las playas
dejaron de ser amables y se llenaron de vendedores ambulantes y de
pedigüeños. De prostitución y pederastas. Conocimos la oferta sexual
masculina con los Saltipanquis. Los clubes de nudismo y prostitución
proliferaron, la droga se adueño mayormente de la juventud, y aquella
bella oportunidad, por no saberla, dirigir, gobernar, dosificarla y
mantenerla saludable para que no indigestara, para que fuera para el
bien y la nutrición del cuerpo social y devino en diarrea enflaquecedora.
El Este nos suplantó, el progreso prácticamente se
detuvo. Los turistas ya no venían, y ahora se piensa que es por falta
de obras, y se quiere que se hagan nuevas, una autopista hasta Luperón,
quizás hasta Montecristi. Olvidándose que las cosas no son para uso y
disfrute exclusivo de una o dos generaciones y las futuras deberán
también tener su oportunidad y quizás manejen mejor, sin convertirse en
depredadores.
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