LOS MISIONEROS
Por: Rafael Sánchez Cárdenas
Viernes 02 de Enero de 2009
Desde Wall Street, el más alto pico de la montaña
económica del mundo, ruedan, en alud, los templos de la finanza global.
Caída libre sin suelo visible aún. Un abismo.
Allí habían echado cuerpo prácticas económicas
libertinas, inspiradas en los criterios de la Sociedad de Mont Pellerin,
que presidían Von Mises y Frederic Von Hayek. Su ideario partía de un
concepto de la libertad, fundado en el individuo, que proscribía la
dialéctica del vínculo indisoluble entre individuo y sociedad. Esa
interdependencia entre el interés individual y el de la comunidad, que
le sirve de cuna y asiento. El interés público visto como una
excrescencia de lo privado.
De la matriz de su pensamiento emergió la
enaltecida concepción de la libertad de mercado absoluta, de
intervención estatal mínima, de desregulación o autorregulación de los
mercados, que Thatcher y Reagan llevaron a extremos desde los años 80.
Su potente liderazgo libertario condujo al alineamiento ideológico de
los organismos internacionales de financiamiento alrededor de esta
concepción, transformando los fundamentos constitutivos originarios del
Banco Mundial, Fondo Monetario, BID y la OMC. De promotores del
desarrollo y el comercio de los países trocaron en renovadas Casas de
Contratación de Indias, consagradas al cobro de empréstitos y toda
índole de deudas de los países pobres para los ricos. Promotores del
libre mercado para la producción industrial de los grandes países,
mientras permiten las cuotas y las regulaciones extra económicas contra
los productos de los países del subdesarrollo.
La oficialidad de estos organismos internacionales
y ciertos embajadores, empoderados y con postín de perdonavidas, fluían
con recurrentes intervenciones en los medios de comunicación
abochornando, amenazantes si no se cumplían sus designios de privatizar,
liberalizar, de pagar las deudas, de encarcelar a mengano. Contra toda
norma protocolar, que consigna prudencia, respeto al país al que han
sido acreditados, y al margen de los canales diplomáticos para expresar
sus quejas o sugerencias. Y el País atónito. Y este!, parece decir.
La debilidad de los políticos criollos, a veces su
connivencia, a veces su espíritu de Dr. Merengue, la fragilidad
institucional nuestra, ha tolerado siempre esta aberración “proconsular”
de aquellos ahora consagrados a auténticas misiones. Evangelistas del
libre negocio, a lo Madoff. Calificadores del mérito de cada quién.
Sirvientes bien pagados de la visión de Rico Mac Pato.
Mientras se recompone el mundo de la presente
crisis económica haría bien el Estado Dominicano en ir poniendo en claro
la relación con los misioneros económicos de las instituciones
internacionales, con tanta frecuencia desbocados, que dejan la sensación
en nuestro pueblo de desvalimiento, de descortesía de esos agentes, de
entrometimiento excesivo en nuestras cosas. De reproche impertinente.
El País elige a sus representantes para que hablen
por él. Para que obren por él. Son los políticos, gobernantes y
opositores, los obligados a exigir el respeto debido a nuestro Pueblo.
Ahora, los misioneros lucen en desbande, desconcertados. El caos parece
aluvional.
¿Se recompondrán esas ideas, cuasi confesionales,
pasada esta crisis?. No lo sabemos. Pero sería saludable un marco
diferente de relación del Estado Dominicano con esas instituciones. Si
ellas callan, como lo hacen hoy ante la debacle económica iniciada
irresponsablemente por EE.UU., ¿Por qué aceptar ensañamientos,
calificaciones y pronunciamientos desbocados y públicos contra nuestros
países pequeños y pobres?.
Los procónsules eran romanos, los misioneros de hoy
“confesos ” económicos y a buen recaudo. Salud por Stiglitz!
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