LLANTO SUREÑO
Por: Rafael Sánchez Cárdenas
Viernes 06 Marzo
de 2009
El sur nuestro ha sido siempre eso, flor de
pobreza. El costado más enfermo y débil de la República. Todos los
estudios sobre pobreza y desarrollo humano encuentran en su lejanía los
números estadísticos más espantosos y lastimeros. Una vergüenza en carne
nuestra.
El propio Gabinete Social del Gobierno Dominicano
acaba de dar nueva muestra estadística de lo que por allí ocurre.
Algunos lugares alcanzan un 30% de pobreza extrema. Otros se mueven en
un rango de 20% a 28% de indigencia. Toda una emergencia humana
nacional.
Las lluvias de las tormentas pasadas (2007)
produjeron daños económicos y agrícolas inestimables. Un cálculo que se
agranda a la sola mirada. Las aguas del Yaque, con su aluvión de lodo y
muerte, se llevaron consigo la hacienda y la esperanza de todos. Vicente
Noble y Tamayo, convertidos en cieno y angustia, dejaron en nuestra
memoria imágenes inolvidables.
Para remate, el Lago Enriquillo esparce sus aguas
por toda la orilla apropiándose de predios, ganados y casas. Jimaní,
Baitoa, Cristóbal, Los Ríos, Postrer Río y campos de Duvergé sufren,
impotentes, la destrucción de lo suyo. La fuentecita única y milagrosa
con la que sobreviven. Las semanas se suceden una a la otra. Y el clamor
infeliz de la Olla solo le queda esperar.
Voces notables de sus hijos han clamado ante la
opinión pública mayor presteza en la atención gubernamental ante la
calamidad generalizada. Vieja y agravada nueva vez.
Pretendemos unir nuestra voz a todos aquellos, que
oyendo y mirando lo que allí ocurre, reclaman la asistencia urgente y
necesaria a nuestro Lejano Sur. Que se sepa, que cada día de tardanza es
más angustia, hambre y desesperanza. Pongamos nuestra mano solidaria
junto a todos aquellos que penan y lloran en la miseria, junto al espejo
del lago.
Motivados por los efectos actuales del agua o por
las estadísticas de la pobreza de la región deberíamos hacer del Sur
Lejano un objetivo perenne de la preocupación y vigilancia de la opinión
pública nacional. Apurar y exigir políticas puntuales para esa región.
La tierra del olvido nacional.
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