Opinión

 

LAS VOCES DEL OZAMA

Por: Milton Olivo

Cuentan los vecinos del Ozama, sobre cantos, lamentos y murmullos tristes. No se crea que son aterradores gritos; si no  ecos extraños  que  brotan de su cauce.

En las tardes al ponerse el sol, veo ancianos, sillas y mesas en mano, rumbo a su orilla a jugar su dominó   y  escuchar historias de espantos y frustraciones.

Esos ecos del Río,  cuentan historia de la patria, de héroes y hazañas. Desde Enriquillo, hasta de aquel que ahogó la libertad, que  fundo el estado y la deuda externa pagó.

Cuentan los vecinos del Ozama, sobre cantos, lamentos y murmullos tristes. No se crea que son aterradores gritos; si no  ecos extraños brotan que  de su cauce.

De aquel, que su conuco y la paz del campo abandonó, porque la tierra que trabajaba un día un grande la cercó. Y en la ciudad su familia se desarticuló, su hijo con la policía y la  hija en la calle perdió.

También el Río habla, de amores y compadres. De historias y de cuentos. De presas e irresponsabilidad en el presente, de pobreza cocodrilos y miserias.

Del presente endeudado. De trenes eléctricos en un país apagado. De delincuencia y recorte de horario. Entre requetton, estafa al estado y espanto.

El Ozama, cual lagarto plateado  se lamenta. Por el ocre olor  de sus aguas contaminadas. Por estupros fecales y lubricantes navales.

Cuentan los vecinos del Ozama, sobre cantos, lamentos y murmullos tristes. No se crea que son aterradores gritos; si no  ecos extraños que  brotan de su cauce.

Entre pipa y recuerdos de trago; dice Don pablo - hace unos días, una voz hablaba de una Quisqueya futura; prospera, con sus campos y sector pesqueros industrializados. De un gran sector productivo nacional instalado.

Un lejano horizonte verde, por los cultivos de caña  Etanol produciendo. Del norte al Sur, de Higuereta y Palma Africana  la frontera sembrada, una frontera verde, deteniendo a los invasores del Oeste, y Biodiesel produciendo.

Y el Banco de Reservas, convertido en el Banco de los Pobres. A todos facilitando créditos y creándose Micros y Pequeñas empresas. En politécnicos convertidos todos los liceos, y la tierra como ayer a las familias campesinas siendo repartida.

Cuentan los vecinos del Ozama, sobre cantos, lamentos y murmullos tristes. No se crea que son aterradores gritos; si no  ecos extraños que  brotan de su cauce.

Algo me entristece, cuentan que un día  dijo el Río; mis vecinos de la orilla, serán reubicados y yo sufriré soledad. Y ya no escucharé ni sus ruegos, gritos, ni sus lamentos ni gemidos.

Y otra voz  –la señora del Corazón de Jesús contaba-  se la pasó repitiendo; SI DE ROBAR SE TRATA, QUE ROBEN OTROS. SI DE ROBAR SE TRATA, PORQUE DEJAR ROBAR A LOS MISMOS, QUE ROBEN OTROS.

Y continuamos; anclados, como barcos en la nada. Sepultados en el tiempo con los ojos abiertos. Impotentes ante un sistema de invisibles cadenas, pero de audibles llantos. La cosa de mi patria”.

El Río se lamenta, pues invadido se siente. Son los tristes ranchos que a su orilla a construido mi gente.

Son desplazados del campo. Hombres y mujeres de trabajo. Que ayer con sus manos fabricaban alimentos, pero alguien cercó sus tierras y hoy sobreviven en las ciudades.

¿Cómo está usted? Uno le pregunta: “bien contestan”.  Son templo de dignidad para no dar pena, aunque estén hambrientos.

Los campesinos jóvenes; bravos, valientes, desorientados en la ciudad, cargados de necesidades, terminan siendo victima de las balas policiales.

Cuentan los vecinos del Ozama, sobre cantos, lamentos y murmullos tristes. No se crea que son aterradores gritos; si no  ecos extraños que brotan de su cauce.

Victimas de victimas; pues la historia del muchacho policía, -en sufrimiento- no es muy diferente.

De servicio cada día, sobreviviendo con un salario de miseria, que apenas cubre para cubrir parte del alquiler. Vive en franca desesperación sin entender, porque.

En el fondo el problema es; que unos pocos tienen todo y el resto, los demás desde Colon, fueron despojado de todo, conservado, además del humor, la nada.

El río observa, que mientras aquellos viajan,, mi pueblo sueña. Ellos ríen, y mi pueblo hambre sufre. Y así pasa el tiempo y nunca pasa nada. 

Cuentan los vecinos del Ozama, sobre cantos, lamentos y murmullos tristes. No se crea que son aterradores gritos; si no  ecos extraños que brotan de su cauce.

 
El autor es Escritor.
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