LA IZQUIERDA MUNDIAL Y LAS ELECCIONES IRANÍES
Sábado 08 de Agosto de 2009
Las recientes elecciones en Irán, y los
subsecuentes desafíos a su legitimidad, han sido un asunto de enorme
conflicto interno en Irán y un debate que parece interminable en el
resto del mundo –un debate que amenaza con permanecer por algún tiempo
todavía. Una de sus más fascinantes consecuencias es que en esta
discusión de escala mundial ha habido una enorme división entre personas
que se consideran parte de la izquierda del mundo. Varían en sus puntos
de vista –desde ser gente que respalda incondicionalmente el análisis
que Ahmadinejad/Jamenei hacen de la situación, a ser oponentes
virtualmente incondicionales, con múltiples posiciones intermedias. Esto
puede reflejar tanto el estado de la izquierda mundial como la situación
en Irán.
¿Qué ha ocurrido en Irán? Hubo una elección. Al
parecer hubo una gran afluencia de votantes. El gobierno anunció una
victoria arrasadora del presidente en el cargo, Mahmud Ahmadinejad. Los
simpatizantes de los otros tres candidatos han hecho la acusación de que
las cifras son fraudulentas. Las dos principales bases de estas
acusaciones fueron la rapidez y naturaleza cerrada del proceso de conteo
y la implausibilidad de algunos resultados de votaciones si se desglosan
según las diferentes áreas del país. La autoridad última de Irán, el
ayatola Ali Jamenei, aseguró en términos sin ambigüedades que los
resultados de las votaciones eran esencialmente correctos y que, como
tal, la elección era enteramente legítima. Él ha insistido en que todos
reconozcan la validez de los resultados y que dejen de cuestionarlos.
Inmediatamente después de las elecciones grandes
números de personas salieron a las calles a protestar los resultados
reportados y llamaron a un recuento o a nuevas elecciones. Conforme
acumularon vapor estas protestas, Ahmadinejdad/Jamenei respondieron con
medidas represivas más y más severas. Las Guardias Revolucionarias y la
llamada Basiji (una especie de milicia popular) utilizaron considerable
fuerza para sacar a los manifestantes de las calles, mataron a algunos y
arrestaron a números significativos en el proceso.
Todavía ahora, las figuras principales de la
oposición, el candidato presidencial Mirhosein Musavi y sus dos
simpatizantes clave, los ex presidentes Akbar Hashemi Rafsanjani y
Mohammad Jatami, continúan arguyendo que las elecciones no produjeron un
resultado legítimo. En esto cuentan con el respaldo de los otros dos
candidatos en la carrera presidencial, que recibieron menos votos.
¿Qué es lo que quieren estas importantes figuras?
Todas alegan ser fieles seguidores de la revolución de 1978-1979 y estar
dedicados a la preservación de la república iraní existente. En resumen,
no están llamando a un cambio de régimen. Por el contrario, insisten en
que son más fieles adherentes del espíritu original de la revolución
iraní que el grupo que actualmente está en el poder.
¿Cómo ha interpretado esto la izquierda mundial? La
presente situación en Irán no es para nada única. Después de todo, ha
habido protestas populares masivas en muchos países de todo el mundo en
un momento u otro por mucho tiempo. Así, la izquierda mundial tiene
interminables analogías con las cuales comparar la situación iraní. Para
empezar, está la revolución iraní de 1978-1979. Pero también está
Tienanmen en China, en 1989, las revoluciones de 1968 en incontables
países, las llamadas revoluciones de colores, de cosecha reciente en los
ex países comunistas, un gran número de acontecimientos en diferentes
países latinoamericanos y las huelgas generales en Francia en 1995. Uno
podría remontarse a las revoluciones rusa y francesa si así lo deseara.
Con toda seguridad, la izquierda mundial –cualquier
cosa que esto sea– no tiene una visión unificada de estas protestas
populares. De hecho, uno podría decir que uno de los principales
problemas con la izquierda mundial contemporánea es su incoherencia
colectiva al encarar la panoplia y notable variedad concreta de tales
protestas populares.
La razón de esta incoherencia colectiva es triple.
Primero, hay una larga historia de desilusiones con los resultados de
dichas protestas populares, especialmente en los últimos 50 años.
Segundo, hoy hay una debilidad organizativa objetiva de los movimientos
políticos de la izquierda tradicional en la mayoría de los países. (Las
principales voces de la izquierda mundial de hoy tienden a ser, en su
mayor parte, primordialmente intelectuales con posturas independientes o
activistas localizados en muy pequeñas organizaciones.) Tercero, está el
hecho de que los llamados análisis de izquierda difieren
fundamentalmente en lo que piensan que se debería mirar cuando se
analiza las situaciones concretas.
Algunos miran primordialmente las relaciones
interestatales. ¿Cuál sería la consecuencia, geopolítica, de que un
gobierno particular fuera remplazado por una serie diferente de líderes
o, más aun, de que un régimen cambiara hacia uno de diferente tipo? En
el caso de Irán en el momento actual, todos saben que está en fuerte
conflicto con Estados Unidos (y en menor grado con Europa occidental),
sobre todo pero no exclusivamente en lo relacionado con asuntos
nucleares. El presidente Ahmadinejad está identificado con una fuerte
posición iraní vis-à-vis Estados Unidos. Tanto él como Jamenei han
argumentado en repetidas ocasiones que Estados Unidos y Gran Bretaña
están tras las protestas populares con el fin de que Ahmadinejad sea
retirado del cargo en favor de alguien más maleable desde el punto de
vista estadunidense. Hugo Chávez ha ofrecido su total respaldo a
Ahmadinejad primordialmente con estos argumentos. Ésta es una forma
plausible pero limitada de analizar una situación. Después de todo,
pocos izquierdistas apoyarían el actual régimen de Myanmar, que
recientemente suprimió brutalmente las manifestaciones de monjes
budistas con el argumento de que el gobierno estadounidense anhela ver
un cambio de régimen en Myanmar.
O uno podría mirar, más bien, las divisiones de
clase al interior de Irán. Algunos autoidentificados miembros de la
izquierda mundial argumentan que los simpatizantes de Musavi son en gran
medida personas de la clase media o acaudaladas, mientras que
Ahmadinejad extrae sus simpatizantes de los estratos populares. Por
tanto, dicen, un izquierdista debería respaldar a Ahmadinejad. Algunos
otros izquierdistas analizan la situación de modo diferente,
argumentando que esto es meramente una lucha entre dos variedades de
grupos privilegiados, y que el respaldo de Ahmadinejad en las zonas más
pobres de Teherán es en gran medida el resultado de un populismo desde
arriba (y peor aún, de un pan y circo al estilo Berlusconi). Otros más
apuntan a realidades étnicas entre los estratos más pobres, argumentando
que las áreas rurales donde no se habla farsi o que no son chiítas
quedan fuera de la distribución populista, están oprimidos y son
hostiles a Ahmadinejad, quien representa meramente, dicen, al grupo
étnico dominante.
Además, muchos izquierdistas son fundamentalmente
anticlericales. Se rehúsan a reconocer la legitimidad de cualquier
régimen que se base en el papel central del clero. Nos recuerdan que el
actual régimen iraní eliminó sistemáticamente todos los partidos de
izquierda no islámicos, incluso aquellos partidos que apoyaron el
derrocamiento del cha. Tudeh, el partido comunista iraní, ha condenado
los resultados de las elecciones y respalda las demandas de Musavi pese
a sus reservas hacia éste.
Hay dos cosas que decir acerca de los
levantamientos populares dondequiera que ocurran. La primera es que
nunca es fácil para la gente el salir a las calles a exigirle al
gobierno que cambie sus políticas. Todos los gobiernos están listos a
usar la fuerza contra tales demandas, unos con mayor rapidez que otros.
Así que cuando la gente sale a las calles, nunca es sólo porque los de
fuera los manipulan. Cuando la CIA arregló el golpe en Irán en 1953, no
lo hizo induciendo a que los iraníes salieran a las calles. Lo hizo
trabajando tras bambalinas con los oficiales militares. Uno debería
respetar la autonomía política de los grupos que, de hecho, se arriesgan
a salir a las calles. Es muy fácil culpar a los agitadores externos.
La segunda cosa que hay que decir acerca de los
levantamientos populares es que siempre e inevitablemente son una
coalición de muchos elementos. Algunos de los manifestantes son aquéllos
con agravios específicos inmediatos. Otros buscan cambiar el personal
dentro del gobierno pero no el régimen como tal. Y unos quieren cambiar,
es decir derrocar, el régimen. Las manifestaciones populares casi nunca
lo forma un grupo de personas consistente ideológicamente. Lo normal es
que los levantamientos sucedan solamente cuando existen tales
coaliciones. Pero esto siempre significa que el resultado
poslevantamiento es inherentemente incierto. Así que la izquierda
mundial debe ser cuidadosa al ofrecer su respaldo político y moral a los
levantamientos populares.
Vivimos en tiempos muy caóticos. No es imposible
una estrategia coherente de la izquierda mundial. Pero no será fácil. Y
todavía no se logra. Las consecuencias para el mundo de la lucha al
interior de Irán no son claras como el cristal. La izquierda mundial no
debe ser muda, pero debería ser prudente.
Fuente:
www.rebelion.org
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