LA DESCONCERTANTE PROHIBICIÓN DE INTERIOR Y POLICÍA
Por: Roberto Rodriguez
Marchena
Viernes 28 de Noviembre de 2008
En medio de una creciente inseguridad ciudadana,
por atracos, asesinatos, violaciones, robos a negocios, a transeúntes, a
familias en su hogar, a ganaderos víctimas de cuatreros, a ciudadanos
luego de retirar dinero del banco, la decisión de Interior y Policía de
prohibir a los ciudadanos y ciudadanas portar un arma de fuego en lugar
visible, enganchada al cuerpo, otorga una clara ventaja a los
delincuentes que jamás acatarán tal prohibición.
Los recientes y cada vez más frecuentes escándalos
que involucran a miembros de los cuerpos armados en bandas que atracan
y trafican con drogas, revelan las debilidades que tienen como
instituciones del orden para proteger a la población y a la nación. La
gente siente esa desprotección, al extremo que para irse a caminar
–ejercitarse- en las madrugadas o al final de la tarde, muchos lo hacen
provistos de un palo, por si acaso.
Si mencionamos los largos apagones, el deficiente
alumbrado público y el poco patrullaje, habría que convenir que no se ha
escogido el mejor momento, las festividades navideñas, período, luego
del Día de las Madres, de mayor actividad comercial y circulación de
dinero, mientras la delincuencia luce audaz y bien apertrechada.
No dudo de las buenas intenciones del secretario
Almeyda –evitar balas perdidas, excesos y la peligrosa mezcla de tragos
y armas de fuego. Sin duda, el secretario de Interior es un buen hombre
y está empeñado en hacer su trabajo, pero la medida desconcierta y no
favorece la percepción que deben tener los ciudadanos y ciudadanas del
gobierno y del Estado como protectores de vidas y bienes privados y
públicos. En lugar de proveer seguridad, provoca lo contrario.
Personas con las que he conversado se resisten a
creer que, precisamente en estos momentos, Interior y Policía
dispusieran lo que ha dispuesto. “Tú estarás relajando”, comentó uno que
anduvo despistado estos días sin leer periódicos, cuando le confirmé la
noticia.
Un lector de Perspectiva Ciudadana, cuya familia
tiene colmados y centros de llamadas por la Charles de Gaulle, cerca de
Los Trinitarios, negocios que manejan mucho efectivo, me escribió hace
unos días pidiendo que hiciera público su desconcierto y el de muchos
comerciantes que al salir de casa y regresar del negocio deben armarse
de valor, estar ariscos todo el día, para no dejarse sorprender por
ladrones y atracadores.
Guillermo Peña, que es como se llama el lector,
dice que le parece válido el propósito “civilizatorio” de Interior y
Policía de reducir la cantidad de armas en la calle. Sin embargo, le
causa extrañeza, pues resulta, argumenta, que esa institución estatal es
la que otorga permisos de porte y tenencia de armas de fuego.
Angustiado, escribe que ellos no se pueden desarmar frente a un enemigo
armado que acecha cualquier descuido o parpadeo para atracar y robar.
Tiene razón Guillermo. Mucha razón. La misma que
tendrían ingenieros y productores agropecuarios que cargan todas las
semanas mucho efectivo para pagar la nómina de sus trabajadores.
¿Dónde está el peligro, de dónde proviene la
amenaza a la paz pública, de quienes tienen autorización de Interior y
Policía para tener y portar armas o de aquellos que están y actúan fuera
de la ley?
Desarmar será siempre un buen propósito, el asunto
es quién desarma a quién y cuándo.
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