JUAN DUCOUDRAY
Por: Ramón Tejeda Read
Miércoles 01 de Abril de
2009
Lo conocí en los años ochenta cuando fue puesta a
su cuidado la dirección de Vanguardia del Pueblo, el periódico del
Partido de la Liberación Dominicana.
El trabajo, la amistad y el afán de beber en una
fuente serena y clara me llevaron desde entonces a su residencia.
Al entrar a la humilde casa de este revolucionario,
en el sector El Cacique, en la Capital, siempre me llamó la atención
aquel Che soberano, silente y humano que miraba a todos desde la pared
principal.
Pero también llamaba la atención la austeridad del
lugar, que no cambió ni siquiera cuando fue electo diputado al Congreso
Nacional por el PLD.
El cambio no lo hizo cambiar. No tuvo chofer, ni
guardaespalda, ni el consabido automóvil del año, ni nominilla, ni
barrilito, ni prebenda o canongía alguna y recuerdo que tronó cuando
perredeistas y reformistas se unieron para aprobar la segunda
exoneración -que aún hoy, entiendo, disfrutan los legisladores- y aceptó
gustoso entregarla al Partido, como se había dispuesto entonces.
Por buen tiempo lo vi desempeñarse en un carrito
Fiat -si mal no recuerdo- que hubimos de empujar o remolcar en más de
una ocasión. Cuando finalmente pudo cambiarlo, se decidió por uno
igualmente compacto y económico.
De nada presumió y para todos nosotros siempre tuvo
una palabra de aliento, una broma inmancable o un comentario cargado de
experiencias fecundas, que estaba todo eso a flor de labio siempre.
Pertenecía -junto con su hermano Félix Servio- a
una estirpe ya rara: la de los que luchan toda la vida -poniendo en
riesgo la suya y su propio bienestar- por la superación del ser humano.
En ese espacio fulgurante compartió propósitos y
desvelos con sus iguales: Abelardo Vicioso, Quírico Valdez, Pedro Mir,
Juan Bosch y toda una legión de inolvidables.
No renunció. No se dobló nunca. Todo lo contrario,
hace poco convocaba en uno de sus artículos a “recomponer los sueños
rotos” y para ello trabajó casi hasta el día de su muerte, ocurrida el
pasado viernes, 27 de marzo.
Esta Perspectiva del Día no busca sino rendir
tributo a ese hombre cuyo ejemplo de vida lo hará crecer desde la
muerte.
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