La América Latina, decía Martí en Nuestra América, “o se levanta con sus indios o no se levanta”.
Se refería el Apóstol de la independencia de Cuba a la miseria brutal y a la exclusión que palpaba por dondequiera que iba al andar por nuestras tierras.
Lo obsceno, lo insolente y fatal es que más de ciento cincuenta años después de Martí América Latina siga experimentando cifras de exclusión y miseria tan espantosas.
En Honduras, por ejemplo, solamente ocho familias tienen el control de la riqueza nacional.
Son entendibles, por tanto, los elevados índices de violencia social en aquel país y la petulancia, el desprecio y el terror que al hablar y actuar exhibe su oligarquía, bien representada en el sátrapa Micheletti.
Pero en otros países las cosas no son mucho mejores.
En México, que ha vivido décadas de gloria con su producción de petróleo, hay más de veinte millones solamente de indígenas viviendo en la abyección.
Toda la riqueza colosal producida en décadas y décadas no ha servido más que para engordar al monstruo de las cincuenta cabezas que controla todo aquel vasto país.
El narcotráfico que se ha apoderado de buena parte del aparato estatal y la creciente migración hacia Estados Unidos no son sólo dos sucedáneos tristes y fatales de esa miseria espantosa impuesta por los grupos dominantes.
Son también dos estupendos recursos para mantener dividida, aislada, excluida, postergada y reducida a la miseria, el terror y la ignorancia a decenas de millones de mexicanos y mexicanas.
La violencia social desatada por tan elevados niveles de desigualdad y descomposición política y social provoca cada año más miles de muertos que los producidos en muchas de las más sangrientas guerras que ha conocido la humanidad.
Porque, claro, es una guerra… a muerte, para acabar con la pobreza matando a los pobres o haciéndolos matarse entre ellos.
Pero está muy claro que no puede haber progreso ni desarrollo con miseria con los elevados índices de exclusión y miseria que hoy exhibimos.
Hoy más que nunca, tenemos que repetir a Martí advirtiendo que “Nuestra América o se levanta con sus pobres y sus excluidos o no se levanta”.
