El territorio de Honduras tiene una extensión de 112.492 km².
Es decir, Honduras es más de dos veces más grande que la República Dominicana. Más aún, ese enorme territorio está bañado por muchos y grandes ríos e ingentes recursos naturales.
Sin embargo, en nuestra región sólo Haití es más pobre que Honduras.
El 63% de las familias hondureñas sufren desnutrición y decenas de miles de niños y niñas deambulan por las calles.
En esa miseria atroz impuesta al pueblo y en los privilegios que quieren conservar ad aeternum los poderosos hondureños está la razón del golpe de Estado y de todo lo que falta por ver en Honduras.
Puede que la frase resulte manida, pero es cierto que los pueblos no marchan hacia atrás: van siempre hacia adelante, de modo individual y como parte de la humanidad.
Lo demuestra inclusive una acción tan abominable como el golpe en Honduras.
Esa acción de oligarcas y militares ambiciosos e incapaces de interpretar el momento que viven América Latina y el mundo ha servido, sin embargo, para comprobar cuán diferentes son hoy nuestra región, en particular, y el mundo en general, de aquellos años 50, 60 y 70 cuando las dictaduras cundían en América Latina y Estados Unidos y las oligarquías quitaban y ponían a su antojo gobiernos a cual más sanguinario.
No les han faltado deseos a los golpistas de acribillar a millares de manifestantes en toda Honduras y de descabezar a sus opositores, pero no han podido hacerlo.
La condena ha sido unánime y todavía está por verse qué pasará con la nueva dictadura que se quiere imponer al pueblo hondureño con cara de democracia.
