Llevar un Estado o un país a la ilegalidad es sólo el primer paso. Darle visos de legitimidad a la solución de facto, es el segundo.
Que nadie crea que ahora el procedimiento será idéntico a lo que vimos en los sesentas y los setentas.
No, la imagen—la apariencia de seguir las reglas del juego democrático—probablemente ahora jugará un papel importante.
Por eso los golpistas hondureños llaman a elecciones para noviembre. Aparentemente “cumplen” lo que estaba establecido.
Y muchos quieren comprar esa jugada. No hay dudas. “A lo hecho, pecho”. “Eso es lo que hay”. “No empeoremos las cosas”.
Porque no es posible volver en el siglo veintiuno a las carnicerías de los setentas en América del Sur.
Hay otros métodos. Y hay que ensayarlos. En Honduras se están ensayando.
Explicable es la posición militante del presidente Fernández contra los golpistas hondureños.
El sabe lo que se incuba en Honduras. Que es mucho más de lo que imaginamos, pero igual o peor a lo que ya vimos en los setentas en el Cono Sur con sus decenas de miles de muertos y las expropiaciones de tierras contra indígenas y campesinos…
…Y aquí, luego del golpe de 1963 y la represión desatada para descabezar el movimiento democrático a partir de 1966 y repartirse los bienes de Trujillo, que eran del Estado, es decir, del pueblo.
Los golpistas hondureños han roto la legalidad y el orden constitucional. Ahora sólo necesitan que la comunidad internacional se lo tolere. El resto viene por añadidura y no sólo para Honduras.