Opinión

 

¿HECHOS AISLADOS O SERIA ADVERTENCIA?

 Ramón Tejeda Read
Miércoles 04 de Junio del 2008

La violencia social, que no es otra cosa que lucha de clases en su forma delincuencial, asalta con nuevos bríos los informativos en los últimos días.

Cada día llaman nuestra atención los asaltos con su secuela de asesinatos, pero también llama la atención la denominada violencia intra-familiar o dentro de la familia—familias pobres y muy pobres, por supuesto—en donde maridos celosos dan cuenta de la vida de sus mujeres y, en no pocas ocasiones, hasta de las de sus hijos e hijas y de la propia.

Pero también hemos visto en estos días las manifestaciones masivas de esa violencia en la forma de pobladas o levantamientos populares que los periodistas han llamado “linchamientos”.

Dos casos alarmantes ocurrieron el pasado domingo primero de junio: uno en la comunidad de El Cercado, en Constanza, y el otro en la urbanización Vista Bella, de Villa Mella, en Santo Domingo Norte.

El Caribe del pasado lunes recoge esos dos acontecimientos de la siguiente manera:

En El Cercado, de Constanza, “una multitud linchó ayer a tiros, palos y pedradas a un hombre acusado de asesinar a dos personas y de herir a otra la noche anterior”.

Esto es, personas de la comunidad habían denunciado a Willis Brioso como autor de dos muertes y como la policía no hizo nada, entonces la multitud se lanzó a hacer justicia por su propia cuenta.

Cuenta el oficial policial del lugar que, luego de golpear hasta la muerte al sospechoso, “…muchos de los que participaron en el linchamiento de Brioso se presentaron al hospital lanzando piedras para sacar el cadáver a la fuerza y quemarlo”.

“Mire, hasta las bombas lacrimógenas que teníamos las gastamos para lograr dispersar a la multitud”, dijo el encargado policial. Y agrega la nota: “En represalia, algunos intentaron quemar las viviendas de parientes de la víctima y hasta lograron ponchar los neumáticos de la ambulancia para impedir su traslado (al hospital)”.

El procurador fiscal de Constanza cuenta así la situación: “…Una multitud incalculable portando armas blancas y de fuego cometieron una especie de linchamiento…”, dice, y agrega: “Fuimos testigos impotentes; aún en el trayecto al hospital, casi muerto (el hombre) seguía siendo golpeado por la turba en las calles”.

Esa narración sobrecogedora aparece en la página cuatro, pero en la quince aparece otra no menos grave en la que, entre muchas otras cosas, se da cuenta de que una joven (probablemente embarazada) “tuvo que ser rescatada por un contingente policial para evitar que la multitud (que la acusaba de ser parte de un grupo de delincuentes) la linchara”.

Quien crea que esos son “hechos aislados” está equivocado de medio a medio. Ese es un comportamiento histórico de los grupos más empobrecidos de la sociedad, los cuales actúan movidos por frustraciones de todo tipo y que en momentos de crisis hacen explosión a veces hasta por cualquier insignificancia.

En un momento esos grupos reaccionan contra lo que consideran la indiferencia o la pasividad de las autoridades y se lanzan a las calles a resolver los problemas por su propia cuenta.

Eso que algunos llaman la violencia social es el fruto de sociedades desarticuladas, con amplios sectores empobrecidos y excluidos sometidos a serias presiones sociales; atrapados en la falta de oportunidades de todo tipo y en el vórtice de una crisis económica que no viene sino a empeorar su estado de desesperanza.

Desmontar esa amenaza es urgente y corresponde al gobierno hacerlo.

En abril del 1984 vimos una de las manifestaciones más impresionantes de ese fenómeno cuando masas enardecidas salieron de los barrios a asaltar y destruir todo lo que encontraban a su paso, aunque sólo fuera un simple colmado.

El gobierno del PRD reaccionó lanzando al ejército a las calles a contener la avalancha social y lo hizo, pero al precio de una cantidad de muertos que algunos calculan entre 120 y 200 personas. No lo olvidemos.

Publicado con autorización expresa de los autores. www.perspectivaciudadana.com
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