HACIA EL FIN DE LA GUERRA FRÍA EN EL
CARIBE
Por: Roberto
Rodríguez-Marchena
Martes 21 de Abril de 2009
Hoy traigo un invitado a este espacio: Carlos
Julio Báez Evertsz, doctor en ciencias políticas y sociología y
funcionario de carrera del Cuerpo Superior de Administradores Civiles
del Estado (España). Aunque residente en España, dominicano de
nacimiento, mantiene desde hace siete años la columna El Espectador
Comprometido, inicialmente en Perspectiva Ciudadana y luego, hasta la
fecha, en Clave digital, en la que opina regularmente sobre temas
nacionales y de política internacional. De visita en nuestro/su país,
con esta publicación quiero darle la bienvenida y destacar/reconocer su
infatigable y lúcido aporte a la comprensión de complejos procesos
políticos y sociales de nuestra época.
A continuación, de su columna El Espectador
Comprometido, Hacia el fin de la guerra fría en el Caribe.
Juan Bosch definió acertadamente a la región del
Caribe como una frontera imperial. Desde el siglo XVI ha sido una zona
de confrontaciones entre las potencias europeas (España, Francia,
Inglaterra, Países Bajos), que adquirieron colonias en la región, y
batallaron por el control de las rutas marítimas y el comercio colonial.
Muy posteriormente, los EEUU lograron convertirse
en la potencia hegemónica regional, después de declarar la guerra a
España –posteriormente al presunto auto hundimiento del Maine- y vencer
a una desfalleciente potencia hispánica, logrando quedarse con Cuba,
Puerto Rico y las islas Filipinas en 1898.
En el siglo XX (a partir de los años 60) la
condición del Caribe como frontera imperial se reeditó con el
alineamiento de Cuba con la URSS, y declararse el carácter
marxista-leninista de la revolución cubana, lo que condujo a abrir un
nuevo frente de la guerra fría en el Caribe.
La invasión de Bahía de Cochinos y la derrota de
los invasores en playa Girón, junto a la posterior crisis de los misiles
nucleares, que fue uno de los enfrentamientos más relevantes de la
guerra fría, llevó a que la URSS retirara –sin el consentimiento de las
autoridades cubanas-, los misiles de la isla, y como contrapartida, los
EEUU aceptaron respetar al statu quo en Cuba y desistir de cualquier
invasión militar.
A partir de ahí, como todo el mundo sabe, las
relaciones entre Washington y La Habana han sido hostiles y en
determinados momentos de gran tensión. Alcanzando sus momentos más
negros con los presidentes Nixon, Reagan, Bush padre y George W. Bush, y
habiendo tenido intentos tibios de reducción de la tensión en dichas
relaciones con los presidentes Carter y Clinton.
Mientras Cuba era tratada como uno más de los
calificados por los EEUU “estados canallas” (Irak con Saddam, Irán,
Siria, Corea del Norte), desarrollaba relaciones económicas y políticas
con China, país que se ha convertido en uno de sus principales socios
financieros al adquirir billones de dólares de bonos y deuda pública del
Tesoro americano.
Es decir, mientras China (país oficialmente
comunista, con partido único y severo control de toda disidencia),
sostiene buenas relaciones con EEUU; Cuba, con un régimen teóricamente
similar, y según algunos, menos duro en el trato a los disidentes, se le
mantiene un embargo brutal carente de toda lógica política.
El 13 de abril pasado, la administración del
presidente Obama anunció un alivio del bloqueo que dura ya cincuenta
años, especialmente en lo relativo a viajes a Cuba y en materia de
remesas, además de permitir ofrecer servicios de telecomunicaciones a
Cuba, si ésta lo acepta. No se termina el embargo, ya que para finalizar
con el mismo se requiere que el Congreso tome dicha decisión, por tanto,
el fin del bloqueo puede durar aún.
La reciente mano tendida del presidente Obama al
régimen de Cuba ha sido respondida por Raúl Castro afirmando que ellos
están dispuestos a hablar de todo con EEUU, desde los partidos hasta los
presos políticos, siempre y cuando haya respeto y se haga en posición de
igualdad. La respuesta de la Secretaria de Estado Hillary Clinton da
motivos para ser prudentemente optimistas.
Todos estos signos significan que se inicia el
principio del fin de la guerra fría en el Caribe, veinte años después de
la caída del muro de Berlín.
Unas relaciones bilaterales normales entre los
estados cubano y americano son necesarias y buenas para todas las
partes, ya que sería reconocer un fenómeno imparable, los EEUU son uno
de los principales socios comerciales de Cuba, ya que ocupa el cuarto
lugar en proveerla de bienes, (un 5,8% de las importaciones), detrás de
Venezuela (22,3%), China (15%), España (9,8%), y los empresarios,
además, quieren invertir en Cuba.
El lobby cubano en EEUU tiene ahora una posición
menos fundamentalista y aunque exigen que no se eche en el olvido el
tema de los derechos humanos, están más abiertos a concluir con la
excepcionalidad cubana, y centenas de miles de cubanos desean tener la
libertad de poder visitar a sus familiares en la isla o de enviarles
ayuda financiera o en bienes. Todo está maduro para la normalización.
Si como todo indica, Cuba y EEUU regularizan sus
relaciones, hay dos retos importantes. El primero afecta al régimen
cubano que tendrá que plantearse muy seriamente cambios imprescindibles
para hacer su economía más eficaz y productiva, una vez que no tengan la
excusa de que todos sus males son consecuencia del bloqueo.
Lo cual no es del todo cierto, por ejemplo, la
producción agrícola es un desastre desde décadas en el sector estatal y
próspera y productiva en el sector privado. ¿Por qué no permitir el
desarrollo de las pequeñas y medianas empresas agrícolas privadas?
¿Por qué no reconocer que la iniciativa privada
puede producir desigualdades pero que las mismas son tan funcionales, al
menos, que las que puede haber entre un empleado de un puesto directivo
del estado y un empleado medio o bajo del mismo sector? Y, además,
siempre está la posibilidad de la recaudación fiscal para hacer
políticas redistributivas.
La economía cubana ha estado creciendo a tasas
elevadas desde 2004 (5,8%), 2005 (11%), 2006 (12%), pero desde 2007 ese
crecimiento está en descenso, fue de 7,3% en 2007 y de 4,3% en 2008. De
manera, que unas relaciones normales con EEUU pueden abrir la llave a
los visitantes y turistas (se estima que 400 mil cubanos podrían visitar
la isla desde EEUU, a lo que hay que agregar una cuota parte de los
turistas de ese país que se desplazan cada año al Caribe (unos 11
millones).
Si Cuba abre su economía también podría captar
inversiones sea que compita en salarios bajos, que no creo sea el
“modelo” al que aspiran ( el salario medio mensual cubano no llega a 15
dólares), sea que lo haga en capital humano formado, ya que en el
Caribe, salvo error de mi parte, es el país que tiene la población con
mejor formación.
El segundo reto, lo tienen otros países del Caribe
cuyos empresarios van a encontrar en Cuba una seria competencia, entre
otros, en el sector turístico. Esto tiene que llevar a la mejora de la
calidad y profesionalidad de todos los agentes implicados en dichos
servicios.
Por parte de los gobiernos, tendrán que mejorar las
infraestructuras y asegurar una mejor seguridad y control de los
maleantes que tratan de esquilmar a los turistas cobrándoles sobre
precios excesivos en productos y servicios, y controlando a los que les
roban directamente mediante asaltos.
Cuba tiene dos elementos muy importantes para
atraer turistas, además de su clima, ciudades, oferta cultural, folclore
y playas, un amplio y muy bien formado capital humano, y una seguridad
ciudadana ejemplar, ajena a las corruptelas de otros países.
Por tanto, el fin de la guerra fría en el Caribe
incrementará una mayor competencia en ofrecer servicios de calidad,
salvo que se pretenda competir entre sí ofreciendo precios cada vez más
bajos, algo que sería el camino del desastre.
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