Quizás lo que está mal con la
cementera de Gonzalo no es tanto los peligros que
representa para la naturaleza de la zona, los cuales
ya han denunciado organizaciones de toda la
sociedad.
Probablemente más dañino que aquella cementera es el
sistema mediante el cual se permite a un mandatario
otorgar por setenta y cinco años una explotación
minera sin que éste tenga que consultar a nadie; que
reunir a nadie; que convocar a las organizaciones
sociales, científicas, etc., del área concernida.
Lo grave con la cementera de Gonzalo, a mi juicio,
es que se la quiera imponer por encima de la cabeza
de todo el que se oponga, sin que ni antes de
otorgar la concesión y los permisos, ni después de
hacerlo, haya habido una rendición de cuentas con
pelos y señales, y a todo el país, de lo que se
pretenda hacer en aquél como en cualquier otro
lugar.
Nadie con juicio podría oponerse a la creación de
fuentes de trabajo. Nadie con sensatez podría
pretender que los recursos naturales no se utilicen
para el desarrollo de todos los dominicanos y
dominicanas. Nadie pretende impedir el desarrollo de
la sacro-santa iniciativa privada.
Lo que sí tenemos que rechazar de hoy en más todos
los dominicanos y dominicanas es la forma en que se
ha venido entregando el patrimonio nacional a
empresarios privados nacionales y extranjeros como
si se tratara de recursos que no tienen dueño.
Tienen, y muy importante, porque lo es el pueblo
dominicano en su conjunto. Y es ese pueblo el que ha
visto desaparecer sus recursos y sigue viéndolos
desaparecer a cambio de espejitos y de espejismos.
¿Adónde fue a dar el oro extraído de Cotuí y vendido
a la carrera—como denunció Bosch mil veces—como si
se tratara de plátanos maduros que se podrirían si
no eran vendidos rápido? ¿En cuánto ha contribuido
al desarrollo de Bonao el ferroníquel extraído por
Falconbridge? ¿Han servido para sacar a Pedernales
del olvido y la miseria la bauxita y todos los
recursos que de su suelo se han extraído y se siguen
extrayendo?
¿Quién se hace cargo de la presa de cianuro y de
todos los químicos y metales pesados utilizados
para refinar el oro y la plata de Cotuí que ahora
contaminan el acuífero y todos los recursos de
aquella zona entre Maimón y Cotuí, incluyendo
personas y animales?
Y, a propósito de cementeras (y para sólo mencionar
una), Domicem tiene años instalada en Sabana Grande
de Palenque, en San Cristóbal, y esos mismos años
hace que las comunidades afectadas por la presencia
de aquella empresa esperan que las carreteras que
dañan las patanas de esa minera sean pavimentadas
como es debido y aquella cementera no se da por
enterada. Peor aún, ni Ayuntamientos ni gobierno le
exigen nada, al parecer.
Las carreteras no sólo no han sido reconstruidas,
sino todo lo contrario, siguen deteriorándose ante
la mirada indolente de los empresarios y la
complaciente de los Ayuntamientos y los gobiernos.
Más grave aún: no se ha finalizado toda la discusión
del embrollo de la nueva cementera de Gonzalo y, de
manera inexplicable, a nivel del peaje de Guaraguao,
en la nueva carretera, SE EXPLOTA LA CALIZA EN PLENO
PARQUE NACIONAL DE LOS HAITISES. ¿Quién la explota?
¿Con permiso de quién?
Se nos allanta con que la empresa privada crea
empleo y se entiende que eso es suficiente. Pero esa
empresa privada también se beneficia de esa mano de
obra barata, y de muy buena manera. Por lo tanto, el
gobierno debe velar por que los recursos
naturales—que pertenecen del pueblo dominicano, no a
ningún gobierno o empresario—sean utilizados no sólo
para “crear 500 o mil empleos” y muchos millones en
ganancias al sector privado, sino para ayudar al
pueblo dominicano a salir realmente de su miseria
secular.
Lo que está en juego en Gonzalo es mucho más que una
cementera y unos inversionistas que quieren acceder
a la materia prima fácil que van a encontrar allí
sin tener que moverse para ningún lado, con
carretera nueva que pagamos todos los transeúntes
con peaje de más de 600 pesos los vehículos
livianos, y con salida fácil y rápida hacia el mar,
hacia el Cibao y hacia el sur y el este, y a cambio
de vaya usted a ver qué.
Lo que queda en entredicho con la cementera de
Gonzalo es todo un sistema de concesiones graciosas;
de Poder utilizado para hacer más millonarios a los
multimillonarios y más pobres a los pobres. Si no
lo cree, vaya a Cotuí, a Maimón, a Bonao (el llamado
Triángulo de la Muerte por la bárbara contaminación
con cianuro y metales pesados), a Pedernales y a
dondequiera que haya funcionado o funcione una de
esas explotaciones mineras; aquí como en Cajamarca,
en Perú.