EL RIESGO DE NO CAMBIAR
Por: Roberto
Rodríguez-Marchena
Martes 03 de Febrero de 2009
Cambiar ciertas políticas públicas no sólo es
posible, sino necesario e imprescindible, terminamos diciendo ayer al
amparo de unas afirmaciones que hiciera el presidente Lula en el Foro de
Belem.
¿Puede el gobierno dominicano darse el lujo
político de hacer poco o nada luego de haber convocado a ciudadanos,
empresas, sindicatos, asociaciones y ONGs para que le aportaran ideas de
cómo hacer un mejor gobierno?
La experiencia dice que cualquier gobierno es capaz
de eso y más, sin importarle las consecuencias o minimizando el costo
político; distrayendo con cualquier banalidad al grueso de la población
o debilitando a la oposición. Los gobiernos juegan siempre con ventaja
frente a los ciudadanos desprevenidos, vulnerables y fragmentados, pero
también frente a los partidos, empresas, sindicatos y organizaciones
sociales. Son siempre homeclub, los de la casa. Como el patrón en la
empresa.
¿Cuándo y por qué acceden a cambiar algunas de sus
políticas? Cuando no complacer –por indolencia- algunos de los reclamos
ciudadanos, empresariales, sindicales, puede poner en riesgo todo lo
demás, es decir, la gobernabilidad y el apoyo de los grupos económicos y
sociales que lo sostienen. Todos los gobiernos temen la movilización de
sus ciudadanos.
Algunos de los participantes en la Cumbre confiesan
en privado que no se hacen grandes ilusiones, pero que había que
asistir, que no se podía desairar al Presidente de la República, que no
hay peor diligencia que aquella que no se hace y que quizás algo podría
cambiar.
Si la intención gubernamental fue propiciar un
escenario de baja conflictividad social para lograr la aprobación de una
nueva constitución y un tenteahí para ganar tiempo y sortear la recesión
económica, la verdad es que el Gobierno está en serios apuros, pues más
de dos mil propuestas fueron presentadas y las expectativas han
desbordado la capacidad operativa del equipo organizador.
La verdad de lo que está ocurriendo en la
agricultura, en la educación, en el consumo, en los empleos, con las
exportaciones e importaciones, en las finanzas públicas y lo que va
ocurrir en los próximos meses, quizás no lo sepa usted del todo, quizás
lo intuya, pero no le quepa la menor duda de que el gobierno lo sabe muy
bien, teme lo peor, aunque no haya tenido la delicadeza de informar,
según he llegado a saber, para evitar el pánico.
¿Cuánto cambiará? Eso lo sabremos antes de fin de
mes.
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