Opinión

 

EL MAL DE LA INDIFERENCIA

 
Roberto Rodríguez Marchena
Viern
es 29 de Agosto del 2008

Los seres humanos soportamos mal la indiferencia. Menos aún en la dificultad o en la desgracia. Y peor la soportamos de superiores, jefes y gobiernos.

En el Callejón, Jarro Sucio, de Guachupita, barrio de la capital de la República, murieron seis niños y dos adultos aplastados por un deslizamiento de tierra provocado por las lluvias de Gustav.

Desde 1979, en el Callejón, Jarro Sucio, han muerto 25 personas por causas similares.

Es este pues un lugar muy vulnerable como otros muchos lugares en barrios pobres, en los que no debería permitirse asentamientos humanos.

Expulsados del campo, del empleo, marginados por la sociedad, millones de seres humanos van a parar, ayer, hoy, en Paris, Nueva York, Madrid, Santo Domingo, en cualquier gran ciudad del mundo, lanzados, como basura en vertedero, a las periferias y lugares inhabitables. En la mayoría de los casos no podrán salir de allí nunca porque no tienen ingresos suficientes.

Para estos empobrecidos no hay empleos ni protección social. Abandonados a su suerte por un modelo económico incapaz de crear suficientes y buenos empleos, no les ha quedado otra que crearse sus empleos fabricando cualquier cosa o prestando cualquier servicio desde su casa o en la vía pública y, aún así, a pesar del esfuerzo propio, la indiferencia no les facilita acceso al crédito.

Ignorados sus derechos humanos por los gobiernos, despreciados y temidos por los adinerados, no les ha quedado otra que organizar sus propios gobiernos barriales, las llamadas juntas de vecinos y vecinas.

Precisamente, la Junta de Vecinos y Vecinas La Unión de Guachupita visitó el Ayuntamiento del Distrito Nacional -que es el gobierno de la ciudad- días antes de lo ocurrido para advertir de la posibilidad de una tragedia y proponer medidas para reducir la vulnerabilidad de las viviendas del Callejón, Jarro Sucio. Se dice que el costo de la propuesta presentada por la organización comunitaria rondaba el millón de pesos.

La respuesta del funcionario municipal que recibió y conoció la propuesta de los directivos de la Junta de Vecinos y Vecinas La Unión de Guachupita fue decirles que era una suma muy elevada, imposible de sufragar por el Ayuntamiento de la capital de la República.

Luego de la tragedia, hoy, el síndico capitaleño ordenó censar el sector “para determinar la cantidad de familias que residen en lugares de riesgo, con el propósito de reubicarlas”. Prometió pagar el alquiler de todas las viviendas necesarias para mudar las familias en peligro hasta que, junto al INVI, construya viviendas en lugares seguros propiedad del municipio y trasladar dichas familias definitivamente. Y, colorín colorado, cree el Síndico, éste engorroso asunto quedará acabado.

Sin embargo, varias preguntas debo hacer antes de que despachen el caso:

¿Ese censo de lugares vulnerables no existía y estaba disponible desde hace mucho tiempo? Sólo hay que preguntar a la Junta de Vecinos y Vecinas. En cualquier barrio es así. Pregunten en Cristo Rey, por ejemplo, y sabrán enseguida.

¿Por qué fue preciso que murieran ocho personas para improvisar una solución que además resultará mucho más costosa que el millón de pesos propuesto por la Junta de Vecinos y Vecinas?

¿Por qué si no había dinero disponible –ahora se sabe que lo hay- el funcionario que recibió la propuesta no se interesó en el drama de esta pobre gente, no visitó el lugar y encontró una manera de darle satisfacción a la Junta de Vecinos y Vecinas y a las familias en peligro?

La respuesta es la indiferencia. El puesto público es para muchos cualquier cosa menos una oportunidad y un deber de servir a los demás. Mucho se habla de calificaciones para la carrera civil y administrativa. La condición primera que debe tener un servidor público es sentir aprecio y respeto por los ciudadanos y ciudadanas y eso aquí ni se exige, ni se educa.

Mientras se siga gobernando con indiferencia, sin interesarse por las necesidades y urgencias de los ciudadanos y ciudadanas, ignorando sus organizaciones comunitarias, sin ejecutar un plan que regule y acondicione los asentamientos urbanos, hechos como el que nos ha ocupado hoy seguirán ocurriendo. Lamentablemente.

Publicado con autorización expresa de los autores. www.perspectivaciudadana.com
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