Las noticias, de repente, son preocupantes: deudas, embargos y circuitos que serán racionalizados. El calor aprieta y surge el temor de que los hogares y negocios dominicanos estén a las puertas de un verano menos soportable a causa de los apagones y se afecte aún más el comportamiento de la economía.
Con la energía eléctrica (o las empresas eléctricas) es el cuento de nunca acabar. De un barril sin fondo. Para ser exactos: por esto último, lo primero. En los últimos años se han dejado de invertir miles de millones de dólares del Presupuesto Nacional en mejorar la educación, la salud, en propiciar el crecimiento de las PYMES, en apoyar la producción agropecuaria, en la creación de empleos, para llevar adelante un plan eléctrico que no acaba de funcionar. Las empresas, negocios y familias dominicanas han estado haciendo un enorme sacrificio durante años amparados en la promesa gubernamental de que su plan eléctrico, llegado un momento, permitiría disfrutar de energía eléctrica de calidad, abundante y a buen precio.
Pero, no ha sido así. Tal momento no llega y seguimos en las mismas.
No se exactamente porqué, cómo se llegó a la situación anunciada, descrita y explicada ahora por los actores en conflicto, generadores, distribuidores, superintendencia y la CDEEE. Los precios de los combustibles bajaron hace buen tiempo y se han mantenido. (Por cierto, ¿por qué la Refinería Dominicana de Petróleo no publica semanalmente al precio que compra los combustibles y deja de regirse por el precio de mercado del barril de Texas?) Se ha dicho, y no lo dudo, que el índice de recuperación de efectivo (los cobros) pasó de 40% a 66%. Es decir, que por cada 100 pesos de energía comprados y distribuidos se recuperan 66 pesos. También se ha dicho que de 100 pesos facturados se cobra por encima de 90 pesos.
Entonces, ¿cuál es el problema?
Se ha querido criminalizar a los hogares pobres diciendo que se roban la luz. Digamos -para agilizar el razonamiento- que es verdad, que muchos no pagan y se la roban. ¿Cuánto suma eso? ¿Cuánto consumen todos los hogares pobres juntos? La respuesta es 8%. Y, si mal no recuerdo gracias a los esfuerzos de las distribuidoras con las juntas de vecinos, ese 8% se redujo a 4%. De modo que los hogares pobres que no pagan luz eléctrica no pueden ser la causa, por ejemplo, de los 320 millones de dólares que dice AES Dominicana que le adeudan. Como tampoco el Bonoluz, la transferencia vía la tarjeta Solidaridad de dinero a hogares pobres para el pago de la energía, será la solución al mayúsculo problema, aunque me parece muy bien esta iniciativa solidaria orientada a sufragar la demanda.
Los señores que están al frente del sector eléctrico podrían estar pensando en subir el precio a la energía eléctrica, intentar amortiguar su impacto político con el Bonoluz, tomar prestado dinero al Banco Mundial para abonar a la deuda y evitar el apagón financiero, pero sería más de lo mismo y no muy tarde volveríamos a las mismas. Lo razonable, me parece, es aceptar que ha llegado el momento de otro plan eléctrico, porque este que se ha venido aplicando hasta ahora, se parece demasiado al rescate (bailout) interminable de los bancos de Wallstreet y su insoportable e insostenible costo para los contribuyentes.