EL FIN DE LA ECONOMÍA
Roberto Rodríguez Marchena
Miércoles 16 de Julio del 2008
Hace unos años, un politólogo de origen japonés
atrajo la atención decretando el fin de la Historia (así en mayúsculas),
entusiasmado con el fin de pequeñas historias: la de la Unión Soviética
y los llamados países socialistas.
El día del Juicio Final para la otra economía también había llegado con
el recetario del Consenso de Washington y la revolución neoliberal.
Anulado el disenso, los valores de la solidaridad, la tolerancia y la
libertad resultaban absolutamente inútiles. Y también les decretó su
fin. No más ideologías; con la suya, triunfante, bastaba.
El Apocalipsis que avecinan las tres crisis actuales de la economía
global (financiera, energética y alimentaria) que condena(rá) al
infierno a millones de personas, lejos, muy lejos, de la salvación
prometida por las políticas neoliberales afines al fin de la historia y
a la impertinencia de la solidaridad como valor universal, ha abierto
una crisis de fe –sería la cuarta- en una gestión y un quehacer de la
economía que otorga un poder medalaganario, antidemocrático y opaco al
capital financiero sobre todos los otros capitales y las fuerzas de
trabajo.
Y aunque el cuento no se ha acabado y luce que va para largo, lo que sí
esta claro –paradojas de la historia, ya ve usted- es que quien está
ahora en problemas de credibilidad es la historia, guión montón de veces
repetido, que exalta las virtudes del Estado ausente e indiferente, de
la no regulación y de la asexualidad de la economía, en cuya puesta en
escena, las ganancias se privatizan , las pérdidas se socializan, la
especulación reina y la economía, beatificada como asexuada por los
técnicos que la operan, no deja de parir desigualdades y concentración
de riquezas en poquísimos actores.
Como bien descubre Joseph Stiglitz en un reciente artículo titulado “El
boomerang neoliberal”, cuya lectura recomendamos y está disponible para
los lectores de Perspectiva Ciudadana aquí, en medio de tan malas
noticias, la crisis de credibilidad o de fe en las políticas
neoliberales es una única y buena noticia.
Más aún: es una oportunidad de cambio. De construir otra historia que
tenga como motor una manera distinta de gestionar la economía, porque,
si alguna duda quedaba, ha sido éste modelo neoliberal de gestión de la
economía que ha facilitado y provocado esta crecida de precios y hambre
en el mundo.
Un desafío para los perdedores que hoy pueden reclamar la iniciativa:
productores agropecuarios, industriales, medianos, pequeños y micro
empresarios, asalariados y excluidos.
Y un deber para los hacedores y ejecutores de políticas públicas, en el
Congreso y en el Ejecutivo, de no dejar pasar la oportunidad.
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