Quienes lean su primer libro de
cuentos—Camino Real—y revisen la vida que llevó y la
obra que dejó tendrán que llegar a una conclusión:
la vida de este hombre fue un proyectil dirigido a
un solo blanco: el servicio a los mejores intereses
del pueblo dominicano y de América Latina.
Cosa fascinante, aquel proyectil, lejos de perder
impulso con el tiempo, fue cada vez ganando ímpetu
con cada uno de los momentos determinantes de su
vida.
El primero de esos momentos ocurre cuando en 1937 su
obra literaria lo va perfilando como hombre público
y tiene que salir al exilio para escapar de la
asfixiante dictadura trujillista a la que combatió
hasta verla caer.
Ese primer momento condujo al segundo, que fue de
deslumbramiento y compromiso al descubrir la vida y
la obra de Eugenio María de Hostos. En ese crisol
acendraría su voluntad y sus convicciones.
El gobierno de 1963, el golpe de Estado alevoso y la
contienda de Abril de 1965 son todo un tercer
momento de una épica excepcional en su vida y un
espacio más para seguir estudiando, luchando y
conociendo las causas reales de los problemas de
República Dominicana y de Nuestra América y condujo
al cuarto momento: el encuentro con la teoría
marxista de la Historia que aporta nueva vitalidad a
su pensamiento y a su acción.
Mucho habría que decir de cada uno de esos momentos
que propongo a grandes trancos y mucho se ha dicho
ya; pero quedarán muy cortos quienes crean que es
posible separar tales etapas de la vida del Maestro,
porque Bosch fue un hombre integral, de una sola
pieza, sin dobleces desde Camino Real, hasta la
última de sus alrededor de cincuenta obras.
Más aún, falta estudiar al Juan Bosch padre de
familia para comprobar con cuánto amor y sabiduría
comprendió y buscó en todo momento acompañar a sus
hijos e hijas.
En su correspondencia se puede comprobar cómo
pensaba en ellos y ellas en cada momento y cómo
buscaba acompañarles siempre, con el mismo amor y el
mismo empeño y dedicación con que se entregó a
servir al pueblo dominicano y a América Latina;
porque no vio nunca separación entre una cosa y otra
y servir a su pueblo y a Nuestra América y a su
familia, todo en uno, era servir de la mejor manera
a la humanidad.
Defectos, seguro que los tuvo como todos los seres
humanos, pero ellos, como diría Martí de Bolívar, no
son más que “manchas en el plumón del águila”. Por
eso, para honrar su memoria tenemos el deber de ir
siempre más allá de las declaraciones y apologías
para dirigirnos al ejemplo, que es el único modo del
que se puede y se debe recordar a Juan Bosch.