EL ACUERDO
Por: Rafael Sánchez Cárdenas
Viernes 15 de Mayo de
2009
La vida política e institucional de cualquier
sociedad civilizada requiere cierta dosis de sosiego. No puede una
comunidad vivir permanentemente cercada por los intereses exclusivos de
grupos de poder dispuestos a todo, con tal de mantener privilegios y
hegemonías. De empujar a la sociedad por su sola senda, sin permitirle
mirar otros caminos.
La dominicana ha vivido siempre en ese trance de
constipación. No bien respira aire fresco, cuando ya asoman las
trapisondas o los empujones para volver a las mañas de antaño. Y siempre
para satisfacer la gula personal. Los políticos criollos son veleidosos.
Y cada día más.
La nueva reforma constitucional nos ha traído, por
ejemplo, un artículo 104 muy diferente de aquello propugnado siempre por
el Presidente, como el modelo americano (una reelección y nunca más).
Ese modelo es justamente el que figura en la Constitución actual. Pero
el Presidente nos dice ahora en el 104 que no. Que la democracia
norteamericana se equivoca y que lo que se debe consignar en la
Constitución, para que verdaderamente se llame democrática, es el modelo
dominicano de una reelección, cesando un período, para luego repetir el
ciclo indefinidamente. Creo que es una verdadera confesión. Y es tan
fiel a nuestra historia que ya se oyen las voces de “…lo que diga
Leonel”.
Si en la Asamblea Revisora había miedo con el
artículo 30, como nos dijo el Vicepresidente de la Asamblea, con el 104
la incertidumbre y el temor eran mayores. Pero esta vez para todos.
Por fortuna, una lluvia de cordura parece caer
sobre el Presidente, Miguel Vargas y no sabemos cuántos más son los
mojados. Se ha firmado en el Hotel Jaragua un Acuerdo que recoge la
solución de viejas congojas nacionales, como el de la reelección
presidencial, la multiplicación interminable de los congresistas, la
nacionalidad, la unificación de las elecciones, etc.
Los cálculos políticos de todos fluyen hoy. También
las quejas. Los organismos diligénciales de los partidos no son quienes
han tomado las decisiones y están por verse las aprobaciones y
objeciones a dicho acuerdo. El PRD abogó siempre por estas cosas. De
modo que probablemente su dirección lo deberá consentir. Al PLD le
plantea un relevo que precisará de más sapiencia que aquella exhibida
por el Dr. Balaguer en 1996, si no interfiere una torpeza como la de
1986.
El artículo 104 ha sido la causa principal, si no
única, del presente acuerdo. Y ello refleja el poderoso peso de la
continuidad presidencial en nuestros políticos. La impronta personal
está más allá de los partidos, programas e ideologías. Y es una pena que
así sea.
Vivimos una era de desbalance terrible entre las
instituciones (Estado o partidos) y el liderazgo de las mismas. Una
época de desregulación absoluta de los segundos sobre las instituciones.
La debilidad institucional creciente de Estado y partidos terminará
afectando gravemente el sistema democrático nacional. Baste el ejemplo
del PRSC para entender el camino por donde vamos.
El Acuerdo, de todos modos, pudiera ser una luz en
el camino.
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