APOLOGÍA DEL MICROEMPRESARIO (A)
Por: Roberto
Rodríguez-Marchena
Martes 10 de Febrero de 2009
Como los ingresos fiscales han caído, la economía
va a peor, el gobierno teme a estallidos y conflictos sociales y todos
estamos seriamente preocupados por nuestro bienestar que depende también
de los demás, las acciones que se propongan para proteger y crear
empleos tienen que ser atractivas, es decir, socialmente necesarias,
económicamente viables y que respondan al sentido de urgencia que vive
República Dominicana.
¿Cuál es el empleo más fácil de proteger?
Respuesta: aquel en el que patrón y empleado son la misma persona: el
microempresario o trabajador por cuenta propia, por cuya sobrevivencia
alargará la jornada de trabajo, laborará en condiciones casi siempre
precarias y soportará privación en sus ingresos. Son más un millón en
nuestro país: costureras, cocineras, fritureras, salonistas, barberos,
dueñas de ventorrillos, reposteras, zapateros, sastres, pintores de
brocha gorda, albañiles, farmaceuticos, colmaderos, diseñadores de
páginas web, programadores, electricistas, plomeros, carpinteros,
abogados, arquitectos, maestros constructores, carniceros, médicos,
motoconchistas, enfermeras, conuqueros y muchos más que ya se le habrán
ocurrido usted mientras leía esos que acabo de mencionar.
Por cierto, Clave digital reveló ayer – a partir de
cifras del Banco Central al mes de abril 2008- que el número de
empleados informales dominicanos, en lugar de disminuir, creció: 56.2%.
1,983,162 personas en una población ocupada perceptora de ingresos de
3,526,752 personas. Eso fue para abril de 2008; a febrero, diez meses
después, debe andar por los 2.15 millones de personas. Es indudable la
relación -directa- entre crecimiento del desempleo e informalidad, y en
los últimos meses se han producido miles de despidos, que han pasado
desapercibidos para muchas personas pues no es costumbre de las empresas
ni de los medios de comunicación hacerlo de conocimiento público.
Ese 56.2% de empleados informales reafirma lo que
dijimos ayer y confirma el fracaso de las políticas públicas que, en
medio de un formidable (pero mal) crecimiento económico, no han hecho lo
suficiente para crear y proteger empleos.
Al crearse su propio empleo, el o la
microempresaria ofrece la ventaja adicional de que no le ha costado nada
ni al gobierno ni al empresariado formal.
Tienen el inconveniente de que son los que más
fácil desaparecen. Se crean muchos, expulsados o impedidos de acceder a
la formalidad, pero desaparecen muchos, porque son muy vulnerables.
Improvisan, carecen de conocimientos en el manejo de los negocios, no
son sujetos de crédito y cualquier enfermedad, contratiempo familiar,
atraso en los cobros, los descapitaliza irremediablemente.
¿Qué puede hacerse rápidamente para proteger ese
más de un millón de microempresarios? Facilitarles crédito, capacitación
y seguridad social.
El Banco de Reservas, que es el banco público –de
los ciudadanos- de República Dominicana y que ha ganado miles de
millones de pesos en 2008, puede perfectamente ofrecer ese servicio
financiero a los microempresarios vía las organizaciones no
gubernamentales que tienen programas de microcrédito y han construido
redes sociales de apoyo, como Mujeres en Desarrollo –MUDE-, FONDESA,
Aspire, CDD, FDD, Fundación San Miguel, Esperanza Internacional, ECLOF,
IDDI, Tú Mujer y Ce-Mujer. No es regalo ni subsidio, sino una línea de
crédito de 300 millones de pesos a ONGs para que acompañen a esos
dominicanas y dominicanos emprendedores.
El Senasa podría incluirlos en el régimen
subsidiado, todavía no al contributivo-subsidiado. Es decir, que tengan
protegida su salud y la de sus familiares sin costo alguno, por lo menos
hasta que dure la crisis o puedan hacer su contribucion. Esa sería la
mayor contribución del Gobierno, cubrir los gastos de salud, que es
donde reside una de sus mayores fuentes de vulnerabilidad.
Puedo asegurar que si el gobierno consiente hacerlo
dará una muestra de sabiduría económica y solidaridad. Mi experiencia
directa, junto a Ramón Tejeda Read, en Dinero Solidario, programa de Red
Vida Cotidiana (RVC) dice que funciona. Con tres, cuatro o cinco mil
pesos prestados a 18 semanas y pagos semanales, se puede echar andar un
pequeñito negocio.
Para mayor vera, el testimonio de Keyla Benita
Germán, fabricante de escobas en Media Blanca, Nizao.
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