ANJÁ, Y NO DIZQUE
Northern Rock, primer banco hipotecario inglés con problemas de liquidez
y mayor empleador, será desprivatizado hoy, luego que, desde septiembre
a la fecha, el Estado le inyectara 55 mil millones de libras esterlinas
(107 mil millones de dólares) en préstamos y garantías. El ministro
inglés de finanzas lo justificó diciendo que “si se deja caer, podría
contagiar el sistema bancario británico”.
El Northern Rock será desprivatizado, insistimos. Pasará, asegura el
ministro Darling, “temporalmente” a manos del Estado. Lo que quiere
decir que será “recuperado y saneado” por la gestión estatal, para más
adelante devolverlo a manos privadas.
Resulta ahora que un gobierno británico (thatcheriano, blairiano o
browniano, es lo mismo), quien junto a gobiernos norteamericanos
propagaron la religión privatizadora, admite públicamente que la gestión
estatal es la única que puede salvar el Northern Rock luego del fracaso
privado. Por años la fe privatizadora quiso convencer a todo el mundo de
la virtud y piedad de la gestión privada, que el mal funcionamiento de
la economía con sus “achaques” como la pobreza, la mala educación y la
falta de salud se debían al Estado Metiche, el enemigo malo.
Sin embargo, a la hora del none se descubre –esa parte de la historia no
fue contada a los ciudadanos, aunque del conocimiento exclusivo de
iniciados- que la salvación estaba en el Estado Chapulín Colorado, ese
que se nutre con los impuestos pagados por los contribuyentes, por los
ciudadanos ingleses.
En el plano local, lar dominicano en el que algunos extranjeros y
criollos se las han arreglado por siglos para que todo sea posible y el
día más claro llueva, los panaderos dicen que el Gobierno debe
permitirles subir (o dejar) el pan de agua a 5 pesos. El subsidio
gubernamental de 150 pesos por saco de harina procesada y tramitada ya
resulta insuficiente.
Hace menos de un mes, exactamente el 22 de enero, Industria y Comercio
anunció en un espacio pagado en la prensa que, en vista de la escasez de
víveres ocasionada por las tormentas Noel y Olga y mientras durara dicha
escasez, unos meses se presumía, hasta que la agricultura se recuperara,
el Gobierno subsidiaría el pan de agua a través de la Unión de Medianos
y Pequeños Industriales de la Harina (UMPIH).
Para la UMPIH el problema era otro, no la escasez o la carestía en los
víveres, motivos oficiales para el subsidio, sino el precio de la harina
que había subido de 1,100 a 1,500 pesos, sin contar que el aceite
también había subido y que los obreros querían mejores salarios, pues su
ingresos reales andaban por el suelo por el alto costo de los alimentos
y el transporte.
Ahora el saco de harina ha vuelto a subir de a 1,500 a 1,920 pesos y los
panaderos de la UMPIH exigen subir el precio del pan o más subsidio.
Comprometido con un modelo económico y una ejecución presupuestaria que
hace aguas y que pretende llevar a puerto de nuevo el 16 de mayo, el
Gobierno ha cometido el gravísimo error de salir del paso, en lugar de
cambiar el rumbo.
Probablemente el Gobierno llegue a un acuerdo con los panaderos de la
UMPIH que tampoco será duradero si vuelve a subir la harina en el
mercado mundial.
El barril de los subsidios no tiene fondo.
Si para todo el subsidio es la respuesta, luego de mayo no será ya
Sombra, sino otro Stand-By lo que habrá que firmar con el FMI.
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