Editorial

    

SI YO FUERA PERIODISTA

 15 de abril de 2008

En la famosa obra El Hombre Mediocre, dice el escritor José Ingenieros que el libro puesto en las manos del joven es el enemigo de la experiencia que monopolizan los viejos. Viene a cuento ese pensamiento porque al parecer hay gente del patio que no quiere darle la oportunidad a la juventud.

Cierran puertas, ponen trabas, con sus voces agoreras tratan de entorpecer labores y hasta de minimizarlas.  Con sus influencias rancias impiden el libre flujo de noticias importantes. Tal vez, están pensando que comentar los hechos es de su propiedad exclusiva y que el tiempo les da autoridad para callar voces.

En vez de celebrar, apoyando y aplaudiendo las nuevas iniciativas de comunicación, con sus  fatídicos razonamientos creen poder detener la marcha inminente del tiempo. Eso no es bueno.

El que no esté preparado para la competencia en estos tiempos deberá encerrarse en su casa y no emprender negocio alguno. Porque la competencia sí que es ineludible. Como intrusa penetra en todos los ámbitos del quehacer, pero no entorpece; edifica, construye, hace al hombre mejor. Perfecciona los hábitos, pone en entredicho las rutinas desmoronándolas cual castillos de arena.   

La interpretación de los hechos es de propiedad universal. Lo advirtió La Bruyére; “todo se ha dicho, pero cada quien  toma de ese fondo común y hace suyas las ideas”. El pensamiento social se nutre y se sostiene de esa pluralidad de pareceres, no importa que sea producto del razonamiento del abogado, el  administrador, el maestro o el de un obrero, todos tienen el derecho, así lo establece la ley sustantiva de la nación: La Constitución. 

La única condición es el respeto a las instituciones y a las personas, después de eso, todo el que tenga algo que decir, que quiera y tenga los medios, que lo diga.

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