Editorial

    

PERRO RIALENGO, BABOSO, PICHÓN DE DICTADOR.

 5 de febrero de 2008

Cuando los grandes discuten, los pequeños se pelean a puñetazos.   Esa es  la razón por la cual los épicos desatinos verbales profanados al calor de esta campaña electoral podrían ser más peligrosos de lo que parecen. 

¿Cuántos muertos habrá en esta campaña? Al parecer, muchos.  

Si los grandes no disminuyen el tono de sus discursos, habrá que lamentar el luto que se cierne sobre algunas familias dominicanas.  

Mientras  los campos  de batalla para los grandes son los encuentros con la prensa  escrita o televisada, lugares donde el contrario no está presente para contestar, los pequeños, los de abajo, los hijos de “machepa”;   se ven las caras cada día, en cada bandereo y en cada caminata.

Lo malo en esta verbigracia hiriente,  no es la descalificación de uno en contra del otro. Lo lamentable es cómo  esa palabrería insultante y despectiva, esos descréditos grandilocuentes entre los de arriba, que se supone son mentes preclaras, va formando un ambiente acre entre contrarios del pueblo llano que  en cualquier momento podría dar lugar a hechos que lamentar.   

Deberían los de arriba, primero pensar en la dominicanidad, en las propuestas concretas que necesita este país para mantener las esperanzas y no embarcarse en descalificativos, que más que restarle votos al descalificado, ponen en tela de juicio la madurez y seriedad del descalificador.    

Todos pierden, no hay ganadores y lo que es peor, el mal ejemplo perdura por muchos años en el pensamiento del dominicano.   

Podría ser que se trate sólo de un circo dada la escasez de argumentos y la cantidad exagerada de promesas incumplidas por todos. 

 

 

 

 

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