Editorial


MUERTES Y DROGAS

31 de enero de 2007

Preocupa mucho, muchísimo, la ola de muertes ligadas a casos de drogas en nuestra provincia. Cada dos o tres días se escenifican hechos lamentables regularmente de muchachos muy jóvenes.  

Hay comentarios que producen estupor. Que la droga sale mas barata que la cerveza. Que la gente esta optando por comprar drogas porque al subirle los impuestos a esa bebida resulta más fácil evadirse comprando ese alucinógeno alternativo. Si el consumo de drogas sigue en aumento, continuarán las muertes.  

El desamparo de nuestros jóvenes aumenta dado el bajo índice de escolaridad. La falta de empleo se traduce en menoscabo de la confianza en el porvenir. Los antivalores, los modelos arrastrados de países desarrollados quitan la oportunidad de que nuestra juventud aprenda con tiempo que la solución no es enajenarse, que la salida a los problemas solo tiene un camino; el estudio y el trabajo honrados.   

En la mayoría de los casos son jóvenes de barrios marginados donde el concepto de familia no existe, donde no hay frenos, donde las malas influencias campean por sus fueros. Ese negocio sume a los pobladores de nuestros barrios en una mayúscula incertidumbre, nadie sale de noche, las familias lucen desamparadas. Pero nadie se atreve a hablar. Todos callamos por temor a represalias.  

Hemos sostenido que los agentes de la DNCD deben ser los empleados públicos mejor pagados por el gobierno, pero deben ser supervisados por un organismo superior ajeno a esa dependencia. Las autoridades deben establecer vías de control porque, a nuestro modo de ver, el problema se les está saliendo de las manos.

Si el gobierno no para este desastre, si no comienza a ejecutar medidas tendentes a controlar a vendedores y consumidores, habrá que pedirle permiso a las bandas para salir de nuestras propias casas.

 

 

 

 

 

 

 

 

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