LA JCE NO DEBE FLAQUEAR
12 de noviembre de 2007
¿Cuál es el principio y
el fin de la publicidad de carácter proselitista? ¿Dónde
comienza y donde termina?
Indudablemente que la
decisión de la Junta Central Electoral en torno a prohibir la
propaganda política luce ambigua. Y la ambigüedad tiene que ver
con el fondo de lo que pretende normar.
¿Quien dice que la
inauguración de un puente, por ejemplo, hecha por el ejecutivo,
propagada a los cuatro vientos por los medios de comunicación,
no es publicidad política?
¿Cómo impedir que el
gobierno dé a conocer sus logros? Imposible. ¿Se le podría
impedir a un candidato que regale comida en sus recorridos?
De ahí que hay un
problema de fondo en la medida. Para cualquier persona
sensata, la iniciativa de la Junta es bastante razonable, claro,
esto es cuando se habla de una persona juiciosa, reflexiva, no
de vividores de la política que llenan los espacios de la
televisión, la radio y la prensa escrita con sus comentarios
interesados.
La Junta Central
Electoral, por principio y aunque se incumpla en algunos
aspectos, no debe flaquear en su medida. Debe mantenerla, es
imperativo, dado el grado de credibilidad que requiere esa
entidad para arbitrar con éxito los próximos comicios.
Debe desoír esas voces
interesadas en mermar el prestigio, el influjo y la autoridad
que debe adornar a ese tribunal.
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