Editorial

    

LA DECLARACIÓN DE SANTIAGO Y LAS POBREZAS DE CULTURA

 Domingo 17 de febrero de 2008

La Declaración de Santiago proclamada la pasada semana por un grupo de artistas y gestores culturales es la crítica perfecta con soluciones incluidas al sistema cultural que practican los gobiernos en nuestro país.

Cerrar la Biblioteca Dominicana y hoy instalar un salón de belleza y ordenar la demolición de la casa del General Gregorio Luperón para instaurar un museo en su honor y que hoy presentemos su estado de deterioro, suciedad y abandono en la primera plana de este diario deja entrever cómo es que se manejan los asuntos culturales en el país.

Mientras se siga pensando desde el Congreso en cómo se aumentan las dietas y sueldos de diputados y senadores y mientras los dimes y te dirés de los candidatos presidenciales inundan los medios y se quiere comprar la conciencia ciudadana y cegar a los votantes para sólo conseguir un voto seguirán las cosas marchando como tal.

La Declaración de Santiago será muda ante la situación de inercia de muchos que consideran como un gasto más el impulso a los valores culturales y que mientras  del presupuesto nacional se le asigne la más ínfima parte a la Secretaría de Cultura, en esa medida seguirán las pobrezas  culturales que esa declaración describe.

Y por cierto es necesario volver a citar y a oportunar uno de los párrafos de esta declaración para dar término a este editorial, hacer reflexionar a ustedes nuestros lectores y consolar las pobrezas de cultura:

-“¡Dejémonos de bla..., bla..., bla...!  Que es necesario emprender una política cultural que no sea de botiquín; que, entre otras cosas, le garantice al artista una vida digna, que le permita acceder al mercado internacional por sí mismo, valorar su obra en el tiempo, un plan de retiro, seguridad social para él y sus dependientes; un método justo para la evaluación de sus trabajos y la compra de obras de arte por parte del Estado, para sus museos o dependencias, transparente y mediante concursos públicos para que el arte que se adquiera no sea porque pertenezca al partido de gobierno, tráfico de influencias, componendas o, simplemente, de gustos de funcionarios de turno.- Por cierto:  ¿sabe usted quien, con quien y bajo cuáles condiciones se están negociando las obras de arte que se colocarán en el Metro de Santo Domingo?.....-

 

 

 

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