A PROPÓSITO DEL CONTRABANDO
13 de marzo de 2008
El Estado para consumar debidamente sus más
altos fines institucionales; la convivencia pacífica, la
libertad, el respeto por los derechos individuales, el orden
público y la seguridad, necesita contar con una adecuada
estructura político-jurídica.
Pero una sociedad requiere custodiar,
además, ciertos valores éticos fundamentales, que complementan o
refuerzan la razonabilidad de esa mínima estructura
político-institucional. Y para eso es indispensable, en ciertos
casos, que la propia comunidad asuma la responsabilidad de
dictar sanciones o condenas de carácter moral frente a ciertos
actos ostensibles de inconducta o de corrupción social.
La intervención por parte de la Dirección
General de Aduanas hecha a cuatro almacenes y distribuidora de
bebidas alcohólicas y licores, propiedad de tres comerciantes,
con relación a un contrabando de whisky valorado en RD$110
millones de pesos no debe quedar a oscuras.
La democracia no se construye sólo con
formalidades electorales, sino también con gestos sustanciales
de transparencia. La sociedad debe crear sus propias instancias
de condena o rechazo moral a esos poderosos cuyos nombres
difícilmente se hagan del conocimiento público.
La sanción moral más efectiva es la amplia
difusión de las identidades de las personas responsables de ese
y de cualquier tipo de delitos.
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